El quiebre planetario del último año nos puso a todes en un estado de supervivencia. Cuando la muerte se vuelve tan tangible en el horizonte de posibilidades próximas, damos dos respuestas básicas: el miedo paralizante, y el intento de entender y controlar lo que sucede. Entre esas dos venimos chapoteando, cada quien a su forma. Exigimos respuestas, nos peleamos con las respuestas dadas, cumplimos a rajatabla o nos rebelamos con lo que se va proponiendo -que se propone siempre como si fuera LA verdad. Detrás, hay cuerpos asustados, en todas partes. Cuerpos ahogados, incapaces de respirar. Cuerpos que se van desconectando de otros cuerpos, que se van desentendiendo de la ternura, de la belleza, del erotismo. Cuerpos asustados solo pueden pensar en qué hacer para sobrevivir.
Cuando la supervivencia está en juego, se activan en nuestros cuerpos los niveles de reacción más arcaicos. Me gustaría invitarte a tocar este lugar, a reconocer eso en vos que se mueve exclusivamente desde el imperativo de sobrevivir. Que en cada uno de sus movimientos está intentando asegurarse un futuro que diga vida en lugar de muerte, que diga contención en lugar de soledad. Es todo lo que un mamífero asustado puede hacer. Y el humano, para hacerlo, tiende a generar distintas estrategias inconscientes, a recurrir a esos métodos que le vienen sirviendo en los últimos miles de miles de años: en Estados Unidos, con la pandemia se triplicó la venta de armas. En Argentina, hace 7 meses que estamos encerrades en las cuevas-casas. ¿Qué hace el humano cuando teme? Reforzar sus defensas. Es el mismo mecanismo que venimos usando desde que eramos criaturas en cavernas.
Y no solo la muerte personal se pone en juego en estos tiempos: la extinción como especie se siente posible. El caos ante tal sensación es inevitable. El caos interior y exterior, y el intento de acomodar algo, de asegurar algo. De que algo nos de una respuesta.
¿Y qué alternativa hay, cuando todo se siente en riesgo? Creo que necesitamos empezar por respirar -por recuperar la respiración ahogada, la respiración oprimida, la respiración dañada. Darnos aire entre tanta contaminación -real e informática. Y, conscientes de una posibilidad real de extinción -y no me refiero al covid, sino a la voracidad con que venimos destruyendo el ecosistema del cual formamos parte, a la voracidad con la que seguimos guerreando, despreciando, excluyendo por poder-, “seguir imaginando ternura, imaginando erotismo, imaginando aventura”, como dice el amigo Bifo. Seguir siendo células que aprenden a amar, a gozar, a crear. Seguir aprendiendo el arte de la con-vivencia en la diferencia. Seguir viviendo cada día como una aventura: respirando en el caos, siendo caos creador de nuevos horizontes en una caricia, en una canción, en una mirada, en una palabra. Caos creador de nuevos horizontes donde podamos incluir, cada día, un poco más lo humano que nos vive.