Luna llena en Leo 2021
La pregunta por lo genuino
Enloquecer. Salirnos del eje, de eso que me hace de casa, de identidad, de lo que sea. O el miedo. El miedo a perder estos ejes. El miedo a que, si somos como somos, como realmente somos, nos vamos a quedar solxs.
Creo que esto es lo fundamental de esta Luna. Preguntarnos acerca de nuestra autenticidad. ¿Cuán genuinxs estamos siendo en nuestra manifestación? Y justo ahí, en ese espacio que todes conocemos, donde cedemos, donde tranzamos, donde nos disfrazamos: ¿qué estamos buscando con ese disfraz? O, tal vez aún más propicio fuera preguntarnos: ¿qué estamos evitando?
Qué desnudeces evitamos cuando nos disfrazamos. Cuando nos llenamos de vestimentas ajenas. Qué locuras quedan veladas en los supuestos de la normalidad.
Y la angustia. La angustia de sentirnos diferentes. La angustia de sentirnos inadecuades. La luna llena en Leo, cuadrando con Marte-Urano, nos pone de manifiesto la gran angustia que nos genera lo genuino. El mandarnos en la dirección de nuestros deseos más originales. Originarios. Esos que van más allá de la cultura. ¿Hay algo que vaya más allá de la cultura? Es una buena pregunta para hacernos, también. ¿Somos puros animales de cultura? Puede ser. Es muy posible. Pero, ¿qué es entonces lo genuino?
Lo genuino quizá sea ese pulso anterior y, también, posterior. Lo genuino es en un contexto. Es en relación al mundo en el que estamos. No un genuino de afuera, como si no fuéramos parte. Esa es la dificultad de lo uraniano: creer que ser genuinos es quedarnos afuera. Y otra vez, la angustia. Esa que dice que ser verdaderos es, sí o sí, quedarnos solxs. O, del otro lado, el creernos “más allá de”. Esa falsa trascendencia.
Pero no, acá estamos. En el centro de una cultura que nos moldea. Y que tal vez nosotres moldeamos también, en cada decisión. Así, moldeades y moldeadorxs, nos vamos creando. ¿Y cómo nos vamos creando? ¿Desde qué dolores? ¿Desde qué placeres? ¿Desde dónde nos tejemos?
La luna llena es siempre el momento de máxima visibilidad. Y esta cae justo en un acontecer planetario muy intenso en el que estamos, el aspecto entre Urano, Júpiter y Saturno, en signos fijos. Amplificando las preguntas entre lo cultural y lo singular, entre lo que queda estable y lo que sigue en movimiento. ¿Qué es eso que está cambiando? ¿Y qué es eso que necesita dejar de cambiar? El eterno ciclar. Entre lo que germina diferente, y lo que necesita repetir. Sin juicio, asumiendo que lo vivo incluye ambos lados. Ciclos dentro de ciclos dentro de ciclos. Cambios y estabilizaciones. ¿De qué lado nos quedamos fijos? ¿Eternxs cambiantes, o eternxs repetidores?
Entonces, en esta luna llena, acá estamos. Con la angustia de sentirnos diferentes a cuestas. Y la posibilidad de acercarnos un poco más al juego de lo genuino. Reconociendo que el juego de lo genuino implica dos riesgos: el de transformarnos, y el de quedar fijades en una imagen única.
Hoy les deseo, desde este corazón que va aprendiendo a ser genuino, que en lo alto de la noche, se escuche nuestro aullido más original. Nuestro canto más sagrado. Ese que nos incluye enteres. Ese que nos es tan ajeno, que es absolutamente propio. Ese que nos es tan propio, que es absolutamente ajeno.
¡Feliz noche de luna llena! ¡Que los remolinos les guíen!