La sabiduría de los libros es vana
porque la última oscuridad es la luz.
Mario Morales
En cada une de nosotres mora la totalidad del cosmos. Sus pasados, sus presentes, y sus futuros. Eso que lxs místicxs vienen explorando y nombrando desde hace tanto tiempo.
Pero tenemos una maravillosa capacidad: la de recortar y separar. Esa una cualidad verdaderamente hermosa y absolutamente necesaria en nuestro viaje humano. El tema es que se nos fue un toque de las manos. Tanto tiempo de dividir, que ahora ya no podemos percibir lo unido.
Esta luna nueva en Piscics, acompañada por Neptuno y Venus, es una invitación a dejarnos caer en nuestras profundidades más íntimas. Esas que, de tan íntimas, se vuelven colectivas. Es que si algo voy aprendiendo de tanto laburar con grupos donde vamos abriendo intimidades, donde nos vamos permitiendo mostrarnos en nuestras desnudeces y nuestras vulnerabilidades, es que justo ahí, en lo más íntimo, podemos reconocer que todes estamos en el mismo viaje, que todes tenemos nuestros dolores y nuestros deseos, nuestras fantasías y nuestros terrores. Esta luna nueva nos lleva ahí, a ese lugar donde lo más íntimo se vuelve colectivo. No como una idea, sino como una realidad sensible, inevitable, que se da cuando nos permitimos estar juntes en esa intimidad tan silenciosa, tan poderosa.
Esta lunación nos pide que naufraguemos en nosotres mismes, en nuestras propias profundidades. Que vayamos a descubrir qué tesoros guardamos escondidos en lo más hondo de nuestros psiquismos. Dejándonos sorprender por esos tesoros. Que a veces, incluso, parecen todo menos tesoros.
Pero para emprender este viaje necesitamos atrevernos a dejar por un rato de lado la razón. Nos atrevamos o no, estos días son así, la razón está inundada, todo se siente confuso. Es que en este territorio no se ingresa con palabras ni con ideas. Al contrario: pide que las sacrifiquemos en el altar del inconsciente. Y en el despojo de nuestras ideas, en la alerta de lo confuso, entonces sí, naufragar. Sumergirnos en el océano de lo indiferenciado. Dejar que nuestros bordes se desdibujen. ¿Y entonces qué?
Entonces, solo queda el misterio. El Gran Misterio. Luna Nueva en Piscis es nuestra compañera para dejarnos tocar por el profundo sonido. Ese que ahora me está haciendo derramar lágrimas mientras escribo, aunque no tenga idea de por qué. Quizás sea solo la posibilidad de que en estas palabras, seamos varies naufragando juntes. Varies atreviéndonos a hacer juntes este viaje a las profundidades del océano. Donde nos vamos amalgamando. Donde nos vamos perdiendo de nosotres, para descubrirnos un solo Nosotres.
En las profundidades de mis océanos les espero. Mis océanos que son nuestros. Nuestros océanos que son míos. En las profundidades, amigues, les espero, nos espero, me espero.
Y ahí, donde podemos reconocernos la misma canción siendo cantada por infinidad de voces, empieza otra aventura. Porque tu dolor es mi dolor, y mi dolor es el tuyo.
Justo hoy, íbamos a la plaza con Clarú, mi hijita, que es Luna en Piscis, y vimos un pibe que se la re puso en la bici. A media cuadra de casa. Volvimos, buscamos agua, gazas, agua oxigenada, pervinox. Estuvimos ahí sanando las heridas. Clarú miraba, en un momento lloró, le expliqué que estábamos ayudando a ese chico que se había lastimado.
En ese pequeño gesto, sentí que le estaba transmitiendo a la gorda todo lo que me interesa transmitirle. Mientras miles de personas pasaban y miraban para otro lado (cosa que seguramente yo también hubiera hecho si hubiera estado apurado), nos detuvimos, estuvimos ahí media hora, simplemente estando, acompañando a curar sus heridas, y eso, estando. A veces no hace falta más que estar, cuando duele. Y eso es todo lo que te quiero transmitir, hija: no miremos para otro lado. Ni el Bolsón que se prende fuego por los intereses de quienes de empatía no tienen un carajo, ni el pibe de la bici que terminó con puntos en el Pirovano, ni el que sufre en silencio. Ni nuestros propios dolores, que están acá, también. En ese pequeño gesto, está mi aprendizaje más importante hasta hoy: no miremos para otro lado. Porque todes estamos doliendo. Y justo ahí, cuando nos encontramos en ese dolor compartido, podemos darnos cuenta de que no estamos solxs. De que todes estamos naufragando juntes.
Y que el naufragio también puede ser un espacio de éxtasis, cuando es compartido.
Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico
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