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Son días intensos. ¿Qué decir?

Días donde todo parece doler más de lo habitual,
donde las reacciones están mucho más a flor de piel.

Donde la herida cruje con sonidos muy antiguos
y la impaciencia no parece muy buena compañera.

Días donde la única respuesta está en los cuerpos
como contenedores de las intensidades de estar acá,
viviendo, sufriendo, amando, doliendo, muriendo.

Contenedores de este misterio.
Volver al cuerpo. Reposar en la carne de la tierra,
esta curiosa madre capaz de sostenernos
y de destruirnos.

Reposar en un cuerpo-mundo en incesante movimiento,
mutación, decadencia, renaceres.

¿Cómo es dejarnos tocar por toda esta intensidad desnuda?

Dejar que lo que se quiera revelar simplemente se revele,
que lo que tenga que morir simplemente muera,
que las formas vayan trayendo nuevas vitalidades en sus caídas.

No puedo ser más claro que esto.
Escribo con el cuerpo tenso.
Tenso de apertura a tanta incomensurabilidad.
Tenso de intensidad, de pasión, de vida.

Sí amor: la vida es intensidad.

Dejarnos atravesar por esto que no podemos agarrar,
estas fuerzas que nos mueven
mientras aprendemos esta danza silenciosa
que es vivir.

En este eclipse lunar
escuchar esa luna llena oscurecida
por la sombra misma de la tierra
interponiéndose entre su cuerpo y la luz.

¿Podemos dejarnos desgarrar por este misterio?

Mientras todo intenta seguir el curso pautado de los planes…
hay otro plan, más grande, más incomprensible, que se interpone.
Pero, ¿quién escribe los planes?

Luna llena en Escorpio, eclipasada:
es tiempo de ser la sombra
donde el brillo puede descansar en su muerte asegurada,
y la oscuridad volverse camino de criatura nocturna y vital.

¿Qué nos queda frente a lo inevitable?

Acompañarnos como podemos
mientras aprendemos a danzar su danza.

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