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Me es inimaginable hoy la vida en este planeta
sin la existencia de Clarú.

Su sonrisa, sus ocurrencias, sus llantos,
el misterio de acompañar sus desbordes
y sus maravillas,
el aprendizaje constante del asombro que reflejan sus miradas,
el dolor de las transformaciones inevitables,
el juego:
correr en círculos, saltar, dar vueltas,
bailar, bailar un montón, bailar de todas las formas posibles.

Noches sin dormir, o durmiendo mal.
Su carita al dormir y todo el amor del mundo inundándome
su vocecita llena de matices, colores,
cuando canta canciones para sí,
cuando pide canciones de Fabi Cantilo y de Fito Paez
cuando pide canciones de Encanto o de Frozen
y siempre, lo que sea, lo cantamos y lo bailamos
juntes
en este amor inentendible, único, total,
en esta ternura absoluta.

Siento que paternar, para mí, fue sinónimo de encarnar.
Pero encarnar posta.
Todo toma un matiz distinto ante la existencia de Clarú.
El desastre ecológico, la crisis económica, el dolor vincular,
nada me es ajeno
porque ahí está Clarú
y cuando la uno a cualquier hilo de pensamientos
todo toma un cuerpo diferente.

Para mí la paternidad se traduce en un compromiso total y absoluto
con el mundo
porque el mundo ahora
es el lugar en el que existe Clarú.

No solo nuestro pequeño mundo -que también,
nuestra economía familiar, nuestras pequeñas batallas cotidianas,
pero también el mundo.

Porque quiero que siga habiendo mundo para que Clarú siga explorando
a sus 10
a sus 20
a sus 50
a sus 100
que siga habiendo mundo para rato
para seguir cantando
y bailando
y jugando, siempre jugando,
en las copas de los árboles
y en cuevas
todavía por descubrir.

Gracias, hija, por el regalo más poderoso que podría haber recibido en esta vida:
el amor de criaturas encarnadas
en cuerpos de agua y fuego
envueltos de Misterio.

Que todos los padres hagamos carne este compromiso
con nuestro pequeño mundo familiar
y con nuestro gran mundo humano y terrestre
en cada abrazo realmente habitado
con el cuerpo de nuestras crías,
que todos los padres seamos
refugio y abismo
para los aprendizajes compartidos de la vida,
que todos los padres seamos
padres y madres y abuelxs e hijxs
junto a nuestrxs hijxs
y lxs hijxs del mundo.

Que todos los padres seamos
el poder de la presencia
en el corazón de nuestra tribu
íntima
y humana.

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