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Los humanos hacemos un montón de cosas para intentar que el entorno no nos afecte:
aire acondicionado frío/calor, cortinas cerradas de día, luces prendidas de noche…
todo el tiempo, creando micromundos, aislándonos.

Pero, ¿no será este aislamiento una de las grandes razones de nuestra endeble salud, corporal y ecosistémica?

Una de las perspectivas más poderosas que vivo es que somos el ecosistema que habitamos.

Es que, al aislarnos, nos aislamos de lo cíclico de nuestra naturaleza.
Y, sin ciclicidad, el cuerpo se sobreexige en direcciones que no le son orgánicas.

Ahora, para quienes vivimos en el sur, llegó el invierno.
Días cortos y fríos. Noches largas, aún más frías.
Dormir un poco más, como si intentáramos recuperar algo de la hibernación de nuestrxs ancestrxs.

¿Qué pasaría si, en lugar de seguir al ritmo extrovertido del verano y la primavera, nos permitiíeramos ir hacia adentro, junto al invierno?

Sentir la fuerza del estado latente.
Ir más lento.
Amigarnos con la introspección inevitable de la larguísima noche.
Compartir el calor con otros cuerpos mamíferos, cobijándonos del frío en la maravilla de la piel.

Bienvenido, invierno:
encendamos los fuegos interiores
para movernos dulcemente en este frío.

Si dejamos de luchar contra la sabiduría del invierno…
a vos,
¿qué te trae este invierno?

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