Nuestro cuerpo es un territorio lleno de memorias.
Cada acontecimiento vivido se transforma en tejido, postura, pauta de movimiento.
Y no solo lo vivido personal:
también lo vivido ancestral.
Las historias de nuestro linaje familiar.
E incluso de nuestro linaje humano.

La pelvis es el territorio donde viven todas nuestras memorias ligadas al disfrute y a la sexualidad.
El profundo dolor y los gozos posibles. Todo está ahí.

Cuando empezamos a habitar y movilizar la energía de la pelvis
estas historias comienzan a volver.

Y es en ese momento, donde puede empezar a transformarse.
Atravesando esa tensión instalada,
a la luz de una consciencia amable hacia tu historia
algo de esa pelvis puede empezar a danzar.

Ojo, esto no se da de un día para el otro.
Ni de un mes al otro.
Los tiempos de los procesos de sanación son misteriosos y espiralados.
A veces algo se abre, y se vuelve a cerrar. Y así vamos andando, aprendiéndonos, probando de abrir, volviendo a contraer.
Todo esto es el proceso de restituir nuestro derecho a la vitalidad gustosa.

Pero lo que sí es un hecho es que, mientras no atendamos estos hábitos,
van a seguir condicionando cada encuentro,
van a seguir desintegrando las posibilidades de disfrutar y celebrar que viven como potencialidad en nuestra pelvis.

Solo si lo atendemos, puede comenzar el proceso inacabable de ir abriéndonos a la fiesta del misterio.
Una fiesta que, a diferencia de otras, incluye tanto el dolor como el placer,
la alegría como la tristeza…
todo es danza posible en nuestra pelvis.

¿Por dónde puedo empezar este camino?

Creo que, depende cada quién, hay dos opciones:
una es empezar por tu cuenta (yo suelo ser de esos).
Comenzar a indagar y, llegado el momento, acudir a alguien que nos pueda guiar.

La otra es comenzar directamente buscando una guía.

Si te dan ganas de encontrar un camino para explorar qué te dice tu pelvis, te invito a dos propuestas hermosas que se vienen:

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RETIRO Cocreando nuevos caminos vinculares
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