Tantra cachemir y Tantra tibetano, un solo corazón
(se dan un piquito y se dicen amor)
En los últimos tres años he estado explorando en profundidad dos corrientes del Tantra que me atraviesan profundamente: el Tantra cachemir y el Tantra tibetano.
(En verdad, el Tantra cachemir me acompaña desde 2017, pero no deja de asombrarme).
Siento que son dos vertientes que históricamente no se han encontrado tanto, y que, sin embargo, en mí generan una retroalimentación deliciosa.
Similitudes
Si algo comparte toda corriente del Tantra es la percepción de la no-intencionalidad:
no hay ningún lugar al que llegar, ningún ideal por alcanzar.
Todo ya está completo en sí mismo.
Nuestra única tarea es asistir, con curiosidad y asombro, a cada evento del cotidiano.
Sin metas lejanas.
Simplemente dejando que lo que es, vaya siendo. Nuestra única tarea es ir danzando con ello.
Sin embargo —y aquí influye profundamente el entorno en el que cada Tantra se desplegó—, cada vertiente pone el foco en aspectos sutilmente distintos de la experiencia.
Y diferencias
ElTantra cachemir (tanto en su expresión Spanda como Kaula) pone el énfasis en cómo cada instante es el asombro y el éxtasis de este Gran Misterio encarnado que somos,
a estar siendo continuamente la expresión del goce y la belleza de lo vivo.
Es el reconocimiento del corazón vibrante de Shakti
en mí y en todo cuanto es
momento a momento.
Hay un acento muy fuerte en la no-forma del camino: en cómo absolutamente todo puede convertirse en vía, sin necesidad de estructuras rígidas.
Por otro lado, elTantra tibetano, si bien parte de la misma base —no hay nada que modificar ni ideales que alcanzar—, enfatiza el permanecer en contacto con lo real de cada experiencia, sin florituras, sin rechazos.
Hacer del mundo, con todas sus luces y sombras, nuestro hogar.
Abrirnos a cada vivencia, incluyendo el dolor.
Explorar, con inocencia, todo cuanto es.
En el Tantra tibetano, la práctica meditativa y el entrenamiento del mero estar adquieren una importancia central.
Otro aspecto fundamental que los diferencia es que el cachemir tiende más hacia lo relacional, mientras que el tibetano es más solitario, más interior.
Creo profundamente que ambos enfoques responden a los lugares donde nacieron:
El Tantra cachemir surgió en una ciudad que era un gran centro comercial de la época, donde fluían personas, ideas, culturas.
La vida social era vibrante. A la vez, vivían en un ecosistema amable, donde la naturaleza ofrecía sus frutos en abundancia.
Todo esto impregnó su énfasis en la vincularidad, la sexualidad y la celebración de la vida.
El Tantra tibetano, en cambio, se desplegó en el Himalaya, entre climas duros y soledades largas.
La introspección era natural en un ambiente donde el recogimiento y la supervivencia imponían otros ritmos.
Tantra en cada contexto
Esto es algo que amo profundamente del Tantra: su coherencia con el lugar donde florece.
Y también me lleva a preguntarme continuamente:
¿qué significa vivir el Tantra hoy, acá, en Argentina?
¿Puede ser el mismo Tantra en dos cuerpos distintos, en dos tierras distintas?
Siento que no.
Cada une de nosotres es una posibilidad viva para que el Tantra resurja, en coherencia con su entorno interior y exterior.
En mí, la síntesis de estas dos miradas se siente necesaria y vital:
una retroalimentación entre esa presencia que abraza incluso lo intenso y lo doloroso,
y esa otra que, sin excluir el sufrimiento como parte, lleva más el énfasis a celebrar el éxtasis de la existencia.
Ambas son esenciales, sobre todo en un mundo en crisis como el actual:
la primera nos entrena en permanecer,
la segunda en imaginar nuevos mundos posibles.
Cuando no son una imposición, sino una respuesta viva, ambas abren caminos de profunda Belleza.