A veces no te toca ser protagonista de la historia

sobre el revolucionario-ancestral arte de cuidar

 

Hace unas semanas mi viejo tuvo un infarto. El martes pasado lo operaron. Está bien, todo viene evolucionando según lo esperado.

Pero, una vez más, la vida me pone de cara al cuidado. Desprenderme de mis organizaciones, mi orden, mis horarios, mi tiempo, mi energía, para ponerla al servicio del proceso de la fragilidad del otrx.

Con momentos de resistencias. De querer apegarme a los horarios que habíamos armado en familia para el verano. Pero entiendo que hoy, simplemente, no me toca ser el protagonista.

Dejarme de lado, para cuidar. Un aprendizaje esencial.
Y ojo que esto no es una ley universal. En muchos otros momentos, el aprendizaje puede ser ponerse en primer lugar, frente a ciera tendencia a siempre poner al otrx en primer plano. En esa falsa dualidad que solemos vivir, de yo-tú, siempre alguien tiene que estar primero.

Pero a veces sí, toca ceder el lugar central, y ponerse al servicio de la trama. Con las incomodidades y los duelos que eso trae. Pero evitando a toda costa el victimismo, esa uña encarnada de quien no puede asumir su insignificancia frente al Gran Misterio.

Porque, a fin de cuentas, ser protagonista es idéntico a ser actor periférico, como diría algún sutra tántrico.

El camino es simplemente permanecer abiertxs al lugar que en cada momento nos va tocando, ya sea un sol en el centro, o algún satélite perdido en los confines del cosmos. No hay ningún engranaje que no sea necesario. Y lo único que la vida nos pide es que tengamos la maleabilidad para ir ocupando la parte que nos toca.

A mí, ahora, cuidando. Mientras aprendo también, en el camino y para no colapsar en el intento, a dejarme cuidar. Y a cuidarme.

×