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Abrazar la vergüenza

“Que no se den cuenta de mi placer. Que no me noten gozosx. O triste, o furiosx, o asustadx. Que no se note esto que soy.” Así habla la vergüenza.

 

Milenios de cristianismo arden en nuestros cuerpos. “El placer es pecado” está inscripto con miedo en nuestra carne. “No sientas enojo” también. “Sé fuerte”. “¡No temas!” La lista sigue.

 

Vergüenza hacia nuestra posibilidad de gozar y de sentir. Y la vergüenza es una emoción que siempre tiene atrás un diálogo. Una parte que está diciendo “que no te vean sintiendo placer”. No hay vergüenza sin un diálogo. No es como otras emociones que son más totales, como la tristeza, la furia, el amor. 

 

Cuando aparece la vergüenza es interesante ver este diálogo, este guión que trae atrás. “Que no te vean sintiendo placer”, por ejemplo. Entonces, empiezo a sentir placer, conecto con el placer, y automáticamente hay un registro de “ay, que no me vean. Estoy haciendo algo malo, algo pecaminoso”. El cuerpo se cierra, se contrae. El placer se seca.

 

Y a esto le sumamos el diálogo de la exposición. Es el diálogo opuesto. ¿Qué dice el diálogo de la exposición? “Tendrías que poder mostrar esto. Tendrías que poder mostrarte sintiendo placer. ¿Por qué no podés? Tendrías que poder.”

 

Supongamos que hacemos un retiro nudista. Todes andamos desnudes. Y alguien no está cómode con su desnudez. Pero el mandato de la exposición diría “tenés que poder desnudarte”. Es la contracara de la vergüenza. Entonces, nos pasamos por encima, y nos terminamos llevando a situaciones absolutamente incómodas. 

 

La propuesta que hacemos en el Tantra es, primero que nada, validar esta vergüenza. Comprenderla. Comprender que venimos de milenios de que el placer es pecado.

 

Y hay una cuestión más. Venimos de milenios de una horrible gestión del erotismo. Porque también es real que el placer propio tiende a despertar el erotismo en el otre. Y tenemos una historia muy intensa de que ese erotismo de un otre derive en abusos y violencia. Porque no tenemos ni la menor idea de qué hacer con ese erotismo. Ante el erotismo solo sabemos la descarga, que puede ser por ejemplo el grito típico en la calle que reciben más que nada las mujeres. ¿Qué es eso? Que un cuerpo siente erotismo y que, como no tiene recursos para sentirlo, se lo necesita sacar de encima. Y eso va generando una herida cada vez más profunda en los cuerpos. 

 

Entonces, ¿cuál es la consecuencia muy posible? No quiero mostrar mi erotismo. Porque cuando muestro mi erotismo recibo agresión. Entonces no lo quiero mostrar. 

 

Tenemos entonces estas cuestiones: la vergüenza heredada del cristianismo, donde el placer es pecado, y Venus está dilapidada. ¿Qué hace el cristianismo? Agarra a Venus, que es el arquetipo de la prostituta sagrada que existía en el Tantra y todas las religiones antiguas, y lo transforma en María Magdalena: la pobre puta de la cual Jesús tiene piedad. 

Y el otro lado de la herencia cristiana, esta herida abierta, muy abierta, de la infinidad de cuerpos que, al no tener recursos para sentir su erotismo, lo único que pueden hacer es descargarlo. Y en la descarga hay violencia.

Y además a esto le sumamos el guión de que deberíamos poder mostrarnos. 

Cuando abordamos esto en la formación en Tantra, la propuesta es la siguiente:

Primero que nada, honrá tu vergüenza y tus limitaciones. Abrazalas. Conocelas. Reconocelas. Y, solo entonces, permitite ir un poquitito más allá de estas limitaciones. Solo cuando estás liste. Cuando sentís que el contexto acompaña. Cuando sientas la potencia necesaria para vivir esa transformación. Cuando se sienta orgánico. 

Si pretendés ir mucho más allá de tu vergüenza y tus limitaciones, no sirve de nada. Es como exponerte de pronto de la oscuridad total a una luz intensa. No vas a ver nada. Empezá por prender una velita. Y ahí vas a ver. Si vas de una mucho más allá de tu límite, lo único que vas a sentir es el shock. El impacto inhibitorio total. En cambio, si vamos un poquito más allá de los límites, hay espacio para integrar la experiencia, e ir generando una pequeña liberación. Quizá no sea el ideal que tenemos de una liberación absoluta. Pero cada pequeño paso es tan rico, cuando nace de la escucha de nuestras posibilidades y del proceso.

Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico

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