Caídas y proliferaciones de políticas posibles

Lloro.

Escucho testimonios de las inundaciones en Zárate y Campana

con el cartel de fondo de Adorni, candidato de la ultraderecha más violenta y recalcitrante, y lloro.

Ya llego al análisis. Pero primero permitáseme llorar.

Llorar de impotencia, de inquietud, de desorientación.

Se me pasa.

Levanto la vista. Miro el panorama:

La mitad de la gente no está votando. Yo durante un par de años no voté nada. Hace unos varios que volví a votar. Pero es raro igual, votar.

En la fila para votar Clarú, mi hija de 5 años me pregunta:

-¿Para qué votamos, papá?

-Yyy, le digo, estamos eligiendo gente que va a decidir un poco lo que se puede hacer y lo que no. Como cuando elegimos tu jardín.

-Ahh. En mi jardín se puede gritar.

-Claro, le digo. En otros no. Eso nos gusta.

-Pero hay cosas que no se puede en ninguno, me dice. Como pegar.

-Claro, hay cosas que no. Pero hay otras que tenemos que tratar de ponernos de acuerdo en qué es lo mejor, le digo. Y como somos muchas personas, tenemos que elegir a quien creemos que nos va a representar de la mejor manera.

-¿Qué es representar?

-Decir y hacer cosas lo más parecidas a lo que nosotres haríamos. Por ejemplo, que nos dejen gritar (contenido agregado para adultxs: sin que nos caguen a palos), que compartamos los juguetes (y no que todo sea una guerra de todxs contra todxs). Cosas en las que creemos.

Me freno. ¿Alguien me representa?

Conozco mucha gente que milita, gente honorable, gente linda.

Pero la gente que llega a la cúpula más alta del poder… ¿con qué tuvo que tranzar en el camino? ¿Siempre hay que tranzar? Realmente me lo pregunto. ¿Se puede llegar ahí sin ir cagando a medio mundo en el camino? Está Milei también. Llegó de la nada. Pero, ¿qué es ese de la nada? Llegó violento y narcisista (cosas que los humanitos confundimos con “auténtico” y “sin caretas”.) Llegó transformando la frustración colectiva en odio, el odio en venganza, la venganza en partido político.

Y ahí seguimos. Vuelve a ganar Adorni en la ciudad.

La mitad de la gente no votó.

¿Y para qué? Si de un lado y del otro veo mierda. Votar el mal menor, ponele. Pero ni siquiera alcanza. Ganó Adorni sin presentar una propuesta. Solo por seguir destilando odio cada vez que abre la boca.

Siento a veces que estamos en un momento umbral. Pero leo un texto de Nietzsche que tiene como 150 años y decía lo mismo, así que ni idea. ¿Será que siempre estamos en un umbral?

Lo que sí considero es que hay dos fuerzas que coexisten en la humanidad hace varios milenios: la que valoriza la fuerza, la competencia, el poder del individuo; y la que valoriza el cuidado, la ternura, el poder del compartir.

Y cada tanto se desbalancean. Como ahora: sálvese quien pueda, que el Mercado guíe nuestros pasos. Pero, ¿por qué ahora está tan desbalanceado el asunto?

En gran medida creo que es porque quienes llegan a lo alto del poder hablan del poder del compartir mientras sus individualidades se forran en guita y poder a costa de lo que sea.

Lxs niñxs no aprenden por lo que dicen lxs adultxs. Aprenden viendo lo que hacen. Acá es lo mismo. Hablan de cooperar, de solidaridad, de colectivo. Tienen cada vez más millones, vidas de lujos, hoteles y yates. Les vemos con hambre -no solo hambre corporal, hambre existencial. Hambre de consumir para ser alguien. No importa qué dicen. Importa lo que muestran.

Aprendemos entonces, de la mayoría de los dirigentes, que hay que cagarse en el otrx, que hay que enfatizar lo propio, que hay que arremeter con violencia en el mundo.

De fondo, la pregunta es qué es el mundo.

¿Un campo de batalla? ¿Un mundo por consumir? ¿Un intento de producir para sobrevivir?

Y la clave para mí, cada vez más:

¿puede el mundo, cada mundo, seguir siendo territorio para el asombro?

Acá parece que me alejo de la política y me adentro en otro campo, más existencial o espiritual. Pero quiero que queden cerca.

Políticas para el asombro, para la belleza.

Pero hay hambre. El hambre no se cura con asombro.

Uno de los hambres tal vez sí. Y, tal vez, si el hambre existencial empieza a aprender la belleza de existir,

y las miradas dejan de ser juicios y se convierten en caricias, como dice Carlos Skliar

si hay lugar para la belleza, creo,

empieza a haber lugar para el otrx.

Y si ese otrx tiene hambre, hay lugar en mi mesa.

Esto, a nivel colectivo.

Políticas para el asombro y la belleza

tal vez como puentes

para políticas que nos abarquen un poco más.

Pero las discusiones políticas están muy lejos, todavía de ahí.

Pero, ¿de qué están cerca?

Evidentemente, no de la mesa cotidiana. Un 53% no vota.

La otra capa de esto es la acción.

Cómo se generan acciones diferentes en el ámbito político, sin sentirse demasiado representado por ningún partido.

Me quedo con esa pregunta.

Si la política partidaria está en declive:

¿qué políticas pueden empezar a proliferar? ¿Qué nos piden?

¿Qué acción personal-colectiva nos pide este mundo en caída?