Cuánta mala fama que tienen la agresividad y el enojo en estos ambientes espirituales, ¿no? Qué mal que está sentir enojo. ¿¡Y expresarlo!? Ni hablar.
¿Qué le queda entonces al enojo en nuestros cuerpos? Ser reprimido, bien bien adentro, o vivirlo ciegamente, reaccionando ante cada mínimo acontecimiento.
Pero rarísima vez tiene lugar para ser vivido con consciencia.
Rarísima vez es habitado, realmente sentido.
Rarísima vez es realmente comprendido.
¿No notaste hasta ahora cómo el intento de controlarlo solo lo contiene hasta que explota?
Y así solo trae su peor versión. O sale en pequeñas dosis en ámbitos donde no tenía nada que ver. Pero sin asumir nuestra furia, sin vivir nuestro fuego, sacrificamos también nuestra vitalidad y nuestra pasión, nuestro deseo y la capacidad de correr riesgos, superar obstáculos y poner los límites necesarios.
Reprimir nuestra furia o descargarla ciegamente nos impide tomar sus sagrados tesoros.
¿Qué podemos hacer entonces?
Primero que nada, hace falta reconocer la necesidad de explorar el vínculo con tu furia.
Reconocer cómo te venís vinculando con ella.
¿Sos de quienes explotan con facilidad, buscando una descarga rápida de aquello que enfurece?
¿Sos de quienes acumulan y acumulan y acumulan, tal vez por años, contándose que no están enojadxs, canalizando ese fuego por dentro (con diarreas, afecciones de la piel, etc)?
Y las otras infinitas posibilidades posibles. Es interesante descubrir los patrones de la agresividad en vos. Reconociendo si es un vínculo saludable o no, para vos como totalidad. ¿Te sentís vital así como hoy es? Y entender que, sea como sea, es lo mejor que hasta ahora pudiste. Y que, al mismo tiempo, tal vez hoy puedas otra cosa.
¿Qué camino ofrece el Tantra?
El camino en el Tantra se trata siempre de habitar la emoción. Habitarla con cada partícula de cuerpo. Olvidarnos incluso de la situación o la persona que lo despertó
y sentir a fondo las sensaciones físicas. Hasta dejar que esa sensación se transforme en movimiento.
¿Cómo se mueve ahora el enojo en vos?
¿Es una fuerza explosiva, que necesita golpear, patalear, saltar?
¿O es una fuerza implosiva, que necesita apretar cada vez más el cuerpo?
Si ante el enojo solés explotar, también podés probar de implotar.
Si ante el enojo solés implotar, también podés probar de explotar.
Habitar el enojo es abrirnos a que pueda hacer toda su ola de movimiento, hacia adentro o hacia afuera. Solo entonces, solo una vez que entramos profundamente en contacto con la furia, podemos comenzar a descubrir su inteligencia.
¿Qué te está viniendo a mostrar este enojo?
¿Te está mostrando un límite que estás vulnerando, que no estás sabiendo nombrar?
¿Te está revelando una sensación de impotencia ante algo que no se puede modificar?
¿Te está brindando la potencia para aquello que sí se puede transformar?
¿Qué te está pidiendo el enojo, ahora?
En cualquier caso, el enojo no sale de un repollo.
Y aunque se magnifique por los muchos años de represión y mala gestión que todxs tenemos encima, el enojo es una de las formas del organismo de manifestar su inteligencia.
Sagrado saber del cuerpo, que no siempre coincide con nuestras creencias y elaboraciones mentales.
El enojo tiene principalmente la función de defender, poner límites, superar obstáculos, o generar un centro para movernos en aquello que no podemos modificar.
En el Tantra el camino siempre es este:
primero sentir a fondo la emoción, vivenciar con todo el cuerpo la experiencia,
para luego descubrir su mensaje
y accionar en consecuencia.
Si te interesa este camino de explorar absolutamente todo lo que constituye tu humanidad
con curiosidad, pasión y compromiso
te invitamos a danzar con nosotres esta danza del abismo
sumándote a la Formación Alquímia Tántrica 2024.
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