Coronavirus – el don de la fragilidad
por Wem Marcos Wertheimer
En el espejo de la muerte
El coronavirus nos está haciendo un regalo maravilloso: nos está obligando a un retiro forzado donde investigar nuestro vínculo con la muerte y nuestra propia fragilidad.
Nuestra cultura -y cada unx de nosotrxs como pertenecientes a ella- viene esmerándose muchísimo por evitar el temor a la muerte y al vacío, aislándonos en excesos de actividades y de pensamientos que nos permiten conectar con nuestra existencia presente y sensible.
¿Es casualidad, entonces, que llegue un virus que nos obligue a meternos dentro de nuestras casas y nos lleve a encontrarnos con este temor a la muerte y al vacío? A mí no me parece nada azaroso.
Pero tanto le escapamos, que es difícil ahora vernos. Se nos comprime el corazón ante lo incontrolable.
Y sin embargo, es lo único que sabemos: que tarde o temprano nos vamos a morir. Que todos los cuerpos que hoy viven estarán muertos, tarde o temprano. Que somos tan frágiles como un soplido en el viento, como una gota apunto de darse cuenta de que es el mar. Que solo el misterio nos mantiene unidos con nosotrxs mismxs, en la sensación de «ser algo». Solo el misterio evita que estallemos en infinidad de átomos.
El coronavirus nos está haciendo un regalo maravilloso: estar en casa, encontrarnos con nuestra soledad o con nuestros vínculos íntimos, y poder sentir nuestro temor a la muerte, a volver a danzar en el vacío sin forma.
De pronto, tenemos tiempo para sentir. Para respirar. Para estar en nuestros cuerpos. Para ser un cuerpo en el espacio infinito de lo vivo. Y, desde esta soledad, registrarnos en relación. En relación real con todo lo que nos rodea. Son tiempos maravillosos para respirar, para sentir, para estar con unx mismx.
Y sí, un día vamos a morir, absolutamente todxs. No importa cuánto intentemos controlar el movimiento de lo vivo, cuánto intentemos planificar los diferentes futuros posibles. Nos vamos a morir. Necesitamos dejar que sus preguntas sin respuestas nos penetren. Que nos abra de lleno al misterio de nuestro existir.
El don de la fragilidad
Creo que esta fragilidad es nuestro máximo don. Nuestra canción más poderosa. Es el trampolín a entramarnos con el pulso indomable de lo vivo. Esta fragilidad es el puente al vacío eterno del cual provenimos y al cual vamos a volver. Estamos en un punto cúlmine, asumiendo que no tenemos el control. Que nunca lo tuvimos ni lo tendremos.
Estos días son para sumergirnos. Aún con miedo. Mirar hacia otro lado ya no sirve. Necesitamos descubrir nuestros caminos para entrar dulcemente en este silencio infinito, para mirar el temor a la muerte y la pérdida. Ver cómo cada quién se acompaña a entrar.
Creo que solo si nos vemos en el espejo de la muerte podemos valorar realmente la vida. Cada respiración que estamos tomando. Cada beso. Cada canción que cantamos juntxs. Cada una de nuestras relaciones.
El placer, de hecho, es como morir en el abismo de lo innombrable. Asumir que vamos a morir es abrirnos a la belleza de existir, durante el tiempo que dure nuestro soplo, hasta ser de nuevo átomos danzando en el caos extático de las galaxias.
¿Ustedes cómo se están disponiendo para este retiro que comienza? ¿Cómo se están acompañando?