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El mundo no es mejor ni peor que antes del coronavirus. Solo creo que algunas cosas están más visibles. Nuestros miedos, nuestros anhelos, nuestras esperanzas y nuestras desesperanzas. Todo está desnudo. ¿Y si nos atrevemos a mirar en esta desnudez?

Te veo, Clarú, hija. Veo el mundo al que te estamos acompañando a llegar. Y eso a veces me asusta. Un mundo tan lleno de luchas de poder. De leyes estúpidas hechas para controlarnos. Un mundo también lleno de colores y miradas amorosas. Lleno de amigues que están ahí para acompañar cuando duele, y cuando hay ganas de jugar y celebrar.

Y así van moviéndose los días, entre los túneles donde la existencia se torna oscura, donde la humanidad se siente un encadenamiento de reacciones que, en pos de sobrevivir, solo tienden a autodestruirnos. Y, del otro lado, un camino abierto, fértil. Aunque quizás no sean dos lados diferentes o antagónicos.

Somos un camino abierto, un camino fértil, tan fértil que podemos autodestruirnos. Flores que crecen y flores que caen. Es otoño. Es tiempo de caer. Es tiempo de acompañarnos y amarnos mientras caemos. Quiero regalarte un mundo de amor, hija. Pero la mayor parte escapa a mi control. Solo puedo elegir darte lo que nace de mi verdad, una entre tantas, todas válidas. Aunque se me vengan encima. Es mi elección, y estoy seguro. No hace falta tanto. Aunque hayamos diseñado un mundo basado en el desconfiar en la inteligencia de los cuerpos y lo vivo, no es el mundo que me interesa compartirte. No porque no exista: existe, y predomina. Pero, mientras tanto, venimos cosechando este otro mundo. Un mundo de amor y de misterio. Un mundo, principalmente, de confianza. De confiar en el pulso orgánico de lo vivo. En el misterio del movimiento. Un mundo de confiar en la autorregulación de los cuerpos y los psiquismos.

De confiar, en última instancia, en la autorregulación del planeta. Estamos escribiendo nuestra historia. ¿Qué palabras aporta cada une a la historia colectiva? Cada gesto, cada acción, todo es una palabra que estamos escribiendo en la historia de lo humano. Mientras la historia nos escribe. Yo elijo escribir la palabra confianza. Y la palabra amor. Y la palabra lucha, también, si fuera necesario.

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