aéDuele. En lo hondo del pecho, del cuerpo, está la herida. Lista para tomar el control. Lista para cederlo. Lista para cristalizarse en una identidad -esas formas estancas que tomamos para evitar el contacto con estas heridas.
En todo proceso de sanación, tarde o temprano, nos encontramos con la herida. Y la herida solo necesita una cosa: ser vista, ser abrazada.
A veces, a partir de una gran herida, se cristaliza en nosotrxs una gran impotencia.
Y es tan necesario recorrer el camino de empoderamiento. Pero no ese empoderamiento barato de frase positiva, eso que solo refuerza la exigencia y, por tanto, el sentirnos unas mierdas.
En mis años de acompañar, registro que un primer mito a derribar en estas estructuras impotentes, es el de que podría haber hecho algo diferente.
Y no, corazón, no podrías haber hecho nada diferente. Siempre estuviste haciendo justo lo que pudiste estar haciendo.
Esx niñx no podía hacer otra cosa cuando mamá o papá le agredían. Esx adolescente no podía hacer otra cosa cuando lxs compañerxs o docentes le agredían. Esx adultx, tal vez de hace un mes atrás, tampoco podía hacer algo diferente a lo que estaba haciendo.
Cuando hablo de estructura impotente me refiero a una identidad cristalizada en el “no puedo”. O, mejor dicho, a los niveles de toda identidad que se fuerzan por ser algo que no son, y se castigan por no lograrlo. Siempre que haya una negación de sí, hay un cierto nivel de impotencia. Creo que todxs, hasta el más omnipotente de todxs, se puede reconocer ahí.
En todo proceso donde estemos trabajando con una estructura impotente es fundamental empezar por reconocer que, en ese momento del pasado, no podían haber hecho otra cosa. Y que tal vez en este momento presente no están pudiendo hacer otra cosa.
Muchas veces les pregunto: ¿y esx que eras, podía hacer algo diferente en ese momento? La respuesta suele ser sí. Pero no. Era imposible. Si no, lo hubiera hecho. Siempre estamos haciendo justo lo que podemos.
Entonces, primero, abrazar a ese que fuimos, haciendo lo que pudo. Ese que estamos siendo, haciendo lo que podemos.
Pero no solo termina ahí, empoderamiento es un doble movimiento. Abrazar ese que en el pasado no pudo, o que hoy no puede, y reconocer que hoy sí puede llegar a poder. Reconocer qué recursos necesita aprender y movilizar para hoy sí poder. Reconocer ese centro de potencia validante que sí puede.
Y no me refiero a poder tal o cual cosa: me refiero a poder decir que sí a lo que sí, y que no a lo que no. Me refiero, ante todo, a poder decirse que sí a sí mismx. A la legitimación de todas esas partes que nos componen. Todas esas que tanto tendemos a rechazar. Legitimar este proceso único que somos.
Muchas veces en mis sesiones me encuentro diciendo algo así como “no, esx niñx no podía hacer otra cosa -y toda la invitación a abrazar a esx del pasado en su imposibilidad. Pero quien sos hoy, sí puede empezar a elegir hacer otra cosa. Esa que está en concordancia con tu Verdad más profunda del hoy.”
Acompañarnos, entonces, a sembrar esa potencia. Sí, hoy podemos hacer otra cosa. Pero no es solo un tema de potencia y voluntad, también es un tema de recursos. Por eso muchas veces hace falta explorar qué recursos necesita esa persona para desplegar una nueva posibilidad. Solo si se siente apoyada, en sí misma y en el entorno, podrá seguramente tejer nuevas posibilidades.
Ir descubriendo entonces eso que nos permite dar una nueva respuesta, un escenario de legitimación que nos permita desplegarnos en lo singular de nuestro existir.
Empoderarse es entonces este doble movimiento: abrazar la imposibilidad del pasado, y descubrir la nueva posibilidad del presente, lo que hoy sí puede elegir. Reconociendo también el límite, honrándolo. Y, con el apoyo necesario, quizás, recorriéndolo un poquito más allá.
Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico
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