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En el Tantra, este camino donde tanto exploramos nuestra existencia deseante, tenemos una palabra para cada tipo de deseo.

Llamamos raga al deseo que brota de la carencia. Ese que nos hace imaginar que cuando alcancemos ese objeto de deseo, vamos a ser más felices, más exitosxs, más amadxs, o lo que sea. Ese tan fácilmente manipulable.

Iccha, por otro lado, es un deseo bastante extraño para nuestra cultura. Es el deseo creador, algo tal vez similar a la inspiración. Un fuego que se mueve afinado con la totalidad de las fuerzas de lo vivo. Una ardor incontenible que nos lleva a crear, en consonancia con el ecosistema que nos rodea.

Cuando nos movemos a partir de raga, todo parece estar en nuestra contra. Incluso cuando “triunfamos”, el fantasma del fracaso es un peligro que nos mantiene siempre en tensión.
En Iccha, en cambio, vamos como surfeando las aguas de lo vivo, tomando las fuerzas del océano y dejando que ellas nos lleven. Es un desear distendido, lúdico, gozoso. Es como si todo colaborara con nuestra creación.

Ahora, ¿cómo distinguir uno del otro?

Lo primero que tal vez imaginemos es que algunos movimientos son Raga, y otros son Iccha. Pero yo diría más bien que, dentro del mismo movimiento, hay aspectos que nacen de la carencia, y otros del pulso creador afinado y abundante.

Ejemplo: escribo esto desde Iccha, una inspiración que nace de una escucha del mundo que me rodea, del contacto con la angustia por no saber desear, de la necesidad de descubrir de qué se trata. Inspiración al servicio del ecosistema. Pero también raga forma parte de la ecuación: carencias que traigo, que creen que si escribo estas cosas voy a ser admirado y querido.

Y uno no excluye al otro. Y hay más: ninguno es mejor que el otro.

En el momento en que generamos una dualidad, imaginando que raga está mal e iccha es lo correcto, ¡estamos generando una nueva carencia! Ahora raga será el deseo de no desear desde la carencia, imaginando que cuando esto suceda, seremos felices, plenxs o amadxs -cómo me gusta tocar estas paradojas.

En el Tantra no hay nada mejor que otra cosa. Se trata simplemente de reconocer lo carente y lo auténtico de nuestros movimientos, eso que es llevado por la fantasía de lo que sucederá al cumplirse, y eso que es llevado por la mismísima inspiración de sentirse en consonancia con el todo. Sabiendo que, en cada momento, ambos están presentes. Y sin necesidad de preferir uno por sobre el otro. Simplemente dejando que la consciencia los ilumine, reconociendo ambas tendencias. Habitando las tensiones del deseo carente y las distensiones del deseo abundante-creador.

La paradoja de la abundancia es que no hay nada de malo en tus carencias.
Y que, siempre que deseemos, hay una parte de carencia y otra de abundancia creadora.
Entonces, la tabla de surf incluye el miedo a la caída, y la caída incluye el salvavidas -o la belleza de las profundidades. Nada mejor que nada.

Así, justo este presente, compuesto de carencias y de abundancias, es nuestro deseo más preciado.

Te invitamos a sumarte a una clase donde conversaremos acerca del deseo como potencial creador que nos constituye, derribaremos creencias que traemos acerca del desear, y sembraremos semillas para que nuestro deseo florezca.

El Martes 4 de abril, de 18 a 19 hrs, por @wem.marcoswertheimer en Youtube.

Inscribite en el link en nuestra bio.

Te esperamos.

 

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