Es habitual que nuestro diafragma se haya endurecido, generando una división muy profunda en cada unx de nosotrxs.
Un corte que nos lleva hacia el arriba, hacia estos planos más mentales, y nos desconecta de nuestras entrañas, de nuestro sexo, de nuestro ano. De todo eso que pasa “ahí abajo”.
Ahí abajo que claramente no tiene nada que ver conmigo.
Esto también se ve representado en la increíble disociación que tenemos con nuestros genitales. Lo podemos percibir en esto que se le llama las disfunciones sexuales -término que no comparto.
Disfunción eréctil, vaginismo, anorgasmia, eyaculación precoz… o lo que sea.
Vivimos con la idea fija: si algo no sale como la mente espera, debe de haber un error que tenemos que reparar.
Pero en el Tantra lo percibimos bastante distinto:
Si la vulva no se está abriendo para dejar entrar, si el pene no está creciendo para poder penetrar, tiene un sentido.
Aunque no coincida con eso que la mente quisiera. Tiene un sentido.
Por ejemplo, “no quiero dejarte entrar”, estaría diciendo una vulva. O “me aterra entrar ahí”, estaría diciendo un pene.
Entre otras miles de cosas que pueden estar diciendo -el lenguaje del cuerpo no es lineal.
En lugar de reconocer como propios mis genitales, con eso que en su gran inteligencia me están mostrando, lo interpretamos como una disfunción sexual que tenemos que resolver, que tenemos que sanar.
Hay tantas preguntas, tantos mensajes que nos damos a nosotrxs mismxs a través de nuestros genitales…
¿No se para o no se abre con nadie, o solo con algunas personas?
¿Con quiénes sí y con quiénes no? ¿En qué circunstancias sí y en qué circunstancias no?
El gran problema es que, si empezamos a escuchar la sabiduría de nuestros cuerpos… muchas de nuestras estructuras vinculares empiezan a desmoronarse.
En consulta, muchísimas veces aparecen este tipo de cuestiones.
Pedro, por ejemplo, viene de compartir su sexualidad con muchas personas, y se encuentra de pronto con una de estas “disfunciones”.
Al indagar junto a él, descubrimos un anhelo de estar con menos personas, o de ya no estar en relaciones donde no hay una confianza construida.
O puede ser como Rocío, que viene de estar quince años en una misma relación, ya no quiere ver a su pareja ni en figurita.
Y aunque en la mente pueda construirse miles de argumentos, el cuerpo, por supuesto, lo expresa.
En la mente podemos tener un montón de construcciones y de ideas para tratar de sostener eso que no se puede sostener por ningún lado.
Pero el cuerpo se caga rotundamente en todas esas ideas que tenemos.
Expresa todo el tiempo su verdad.
Nuestra verdad.
Por eso nos aterra.
Pero, si no lo escuchamos, solo podremos continuar condenándonos a nuestra eterna insatisfacción
Desde la mente, todo lo que sucede en el cuerpo es percibido como caos.
La verdad del cuerpo no es lineal, no es unidireccional. La verdad del cuerpo es ambivalente, es quiero y no quiero entrar a la vez, quiero y no quiero que entres. Te deseo profundamente pero al mismo tiempo conozco las consecuencias. Todo eso en el cuerpo es una misma sensación, que no es ubicable fácilmente desde la matriz mental que es binaria.
Para explorar las verdades de nuestro cuerpo, precisamos espacios que reconozcan, habiliten y honren este estado más confuso, más difuso, más ambiguo, donde las verdades aparentemente contradictorias puedan convivir hasta que brote nuestra verdadera verdad, más allá de toda decisión unilateral y binaria.
Eso es el Tantra:
un espacio donde abrirnos
a lo verdadero que brota
al abandonar las preferencias.
Se viene el
taller de Tantra, sexo y consciencia emocional
el miércoles 23 de noviembre
de 18 a 20:30
donde habilitar un espacio de profunda escucha
de la sabiduría de nuestros cuerpos.
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