
29 de marzo, 7.58AM (horario argentino, UT-3)
Está intenso el eclipse, ¿no?
Es que, ¿sabés que pasa?
Seguís persiguiendo esa zanahoria allá lejísimos
suponiendo que cuando llegue ahí sí por fin vas a ser feliz, vas a sentir plex y completx, o algo por el estilo.
Pero no.
La zanahoria es una trampa. Para cazarte, sí. Creerte muy cazador es estar recontra cazadx. Porque la imagen que te compraste no existe, corazón. Solo existe esta vida que estás viviendo. Así, mucho más caótica, a veces más mierda, a veces divina. Pero no es otra cosa. No hay felicidad o iluminación definitiva. No hay un estado de paz que dure para siempre. La vida es así, más bardo.
El otro día veía en Instagram a uno que plancha sus sábanas cada mañana. Sale, se hace un trartamiento facial de como 2 horas.
Y, ¿sabés lo único que puedo pensar?
Que bien por él. Buenísimo. Divino.
Pero ni me quiero imaginar todo lo que queda abajo.
El Mr Hyde de todo Dr Jekyll (si no sabés de lo que hablo: el lado destructivo de tode quien se proclama muy pulcrx y luminosx).
Y en algún nivel todes tenemos nuestro lugar Dr Jekyll. Cada lugar que sacrificás de vos para ser un ser social. Y está muy bien tenerlo eh, nadie dice que no. Pero, si se rigidiza mucho, después Mr Hyde pasa factura. Y cuánto más rígido, más extremo va a ser el desborde que le sigue (en términos modernos: cuando Flanders se saca y manda a todes a freír churros).
Así que el eclipse está intenso. ¿Sabés por qué?
Por el terrible esfuerzo que hacés cada día de tu vida para parecer una persona más o menos normal.
Estoy viendo la serie adolescencia.
Y pensaba: a mí me salvó de pedo el arte. Ponía Pink Floyd al palo y golpeaba cosas contra la cama. Me leía a Pessoa y a Pizarnik y escribía como ellxs mis miserias. Me salvó de pedo, eh. Apareció y me salvó. Pero si no quién sabe adónde terminaba toda esta intensidad.
¿Y sabés de qué está hecha esta intensidad?
De la terrible frustración que todxs experimentamos por no llegar nunca a esa imagen de felicidad y plenitud que este mundo nos vende desde que nacemos
-porque esa imagen NO-EXISTE.
Porque todo lo que vemos en las redes es mentira, es un fragmento absolutamente recortado de una vida. El que cabe dentro de la storie. ¿O acaso vos sacás el celu para grabar tu mierda en el inodoro, el caos de tu casa, el momento en que discutís con tu pareja? Sería rari. ¿Pero por qué no es rari hacerlo cuando están en una puesta de un atardecer maravilloso?
En fin, se entiende a dónde voy.
Hasta acá te la agito.
Pero sé también que es muy duro
asumir todo este caos que nos vive,
entregarnos, aunque más no sea de a ratos,
a nuestra locura de fuego y deseo,
a nuestro pulso de abismos y fracturas y renaceres.
Y de esto estamos hechxs:
somos las entrañas del Misterio cantando desquiciado en cada átomo
moviéndose a velocidades insoportables.
Voy a intentar bajar un cambio, traer un poquito al Dr, respirar, y ordenar un poco entonces qué garchx podemos hacer en este eclipse:
¿Qué hacer para atravesar las intensidades de este eclipse?
1. dentro de lo posible, no intentemos que sean días hiperproductivos. Valoremos lo que estemos pudiendo, aunque nos sepa a poco.
2. Date un momento para conectar con tu plenitud posible hoy. La que sea. Por más ridículo o simple que te parezca. ¿Qué podés hacer hoy para tener un momento de éxtasis y plenitud? Hoy eh. No mañana, cuando tal cosa. Ahora, ya.
3. Permitirte un rato para el caos. En una época tenía mi ritual de tomarme un vino y leer a Bukowsky, solo, en casa. Otro es ponerme música de tambores, y bailar hasta realmente no dar más. Te los ofrendo como buenos rituales para esta lunación.
4. Desear el Misterio. ¿What? Sí. Ni idea bien cómo eh. Pero proponerte por un momento: ¿cómo sería ahora mismo desear el Misterio, lo ingobernable, lo incontrolable? Zacatrule parrafán pam pam.
5. Bajar los estímulos externos, quedarte un rato con vos. Respirar a tu cabeza. Ver el embrollo. Bajar a tu corazón, respirar a tu corazón. Y preguntarte: ¿qué estoy creando hoy en el mundo? ¿Y qué puedo realmente hoy mismo ponerme a crear, más conscientemente? En mi mundo, y en el mundo.
En fin, no me salen los tips simples, no en este eclipse, no en este registro de puras intensidades en movimiento.
Ojalá te sirvan así, más bardo.
Pero dártelos muy ordenaditos igual no sería coherente con esta lunación.
Tal vez así, en este bardo, otra cosa entra, algo se deja tocar por el Misterio presente en esta danza desquiciada.
Igual, ojo al piojo, porque a veces somos adictxs a la intensidad.
Así que desde acá te pido, con el fuego en cada célula del cuerpo:
no te olvides de sonreír y respirar.
Holaaa Marcos, como estás?
Gracias por tus palabras como siempre tan oportunas y certeras.Yo también vi la serie Adolescencia y sigo conmocionado con su contenido.
Escribí algunas reflexiones que me gustaría compartir. También podes leerlas en Facebook o en IG. Abrazo grande!
Adolescencia, la nueva serie de Netflix, nos expone de manera visceral la enorme grieta que separa a padres e hijos pequeños en la actualidad. La tecnología, los código que utilizan en las redes, junto al lenguaje críptico con el que se vinculan, subyacen en la violenta descripción del suceso dramático que se desencadena y en el esclarecimiento posterior del mismo.
Jamie es un niño de trece años, muy inteligente, algo apocado y tímido, que vive junto a sus padres y su hermana mayor en un pequeño pueblo en Inglaterra. Tiene algunos pocos “amigos” con los que apenas interactúa y su “micro-mundo” expresivo se limita a algunas publicaciones e intercambios de emojis en Instagram. Su construcción personal queda así librada a ese minúsculo espacio desafectivizado, acotado a señales y a referencias simbólicas que lo van erosionando anímicamente.
Por otra parte, su soledad y su búsqueda de respuestas en el mundo adulto, que lo “acompaña” pero que tampoco lo registra ni lo sostiene, lo expone a una angustia que sólo encuentra reparo en el camino violento como única vía de escape.
Sorprende que la psicóloga institucional, encargada de contenerlo, se vea superada emocionalmente por este niño que sólo reclama “a gritos” ser escuchado, reconocido y valorado. Su “neutralidad” y su obsesión por cumplir la tarea que le ha sido encomendada se vuelve opresiva y le confirma a Jamie la falta de empatía de la gente que lo rodea.
El final en donde queda expuesta con total patetismo la desesperación y la impotencia familiar, su disfunción y sus obvias limitaciones no terminan de aclarar la simbología del graffiti, ni tampoco la torpe resolución por parte del padre.