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El arte de descansar
cuando todo se está derrumbando

El agotamiento como llamado

Estás cansadx. Tu cuerpo lo sabe. Pero la presión de seguir pulsa más fuerte.
De fondo, una creencia instalada bien profundo perturba cualquier intento:
es que si me dejo caer, así como estoy… después no me voy a poder levantar.

Pero, ¿te parece coherente, si lo que tenés es sueño, seguir intentando no dormir?
Es que si duermo después no me voy a despertar… ¿vos decís?
No. Si tenés sueño, dormís. Si tenés hambre, comés. Entonces el ciclo orgánico de la necesidad sigue su cause natural. 
Aunque si pasás demasiado tiempo sin dormir o sin comer (nutritivamente), entonces sí, se empieza a descalabrar todo. Y cuando por fin te permitís dormir, te dormís todo.

Si te permitís caer, si te abrís a dejar que este colapso se convierta en espacio donde simplemente entregar todo tu peso al misterio… lo único que vas a encontrar es nutrición, fuerza, combustible, para lo que sigue. 
Entiendo que a ese cuerpo, tan domesticado en la hiperproductividad, le cueste creerlo. Le cueste realmente sentirlo.

Pero no te queda otra que intentarlo.

Porque el agotamiento tarde o temprano es colapso. Y ahí sí, la cosa se complica.

¿Cómo es frenar antes de llegar al colapso?

Descansar al sol, respirando su abundancia en cada fibra de tu cuerpo.
Dejar que la tierra te acaricie y te sostenga
mientras recordás que sos apenas este pequeñísimo momentito de magia, vida y Misterio en la mismísima inmensidad…

¿Cómo es ir aprendiendo a darnos al menos pequeños espacios para soltar y dejarnos sostener por el Misterio en medio de tanta intensidad?

Hoy esta pregunta me interpela, me convoca… mejor dicho, se me impone.

Presiones reales e imaginarias

Para esto me parece importante que podamos diferenciar entre cuáles de las presiones que sentimos son reales, y cuáles imaginarias.

Diferenciarlas no es nada fácil. Para empezar, ¿qué es real?

Pero en términos de presiones, considero importante dar un paso atrás. Porque eso que se configuró en algún momento como una presión, tuvo antes una necesidad. Algunas presiones van muy cerquita de la necesidad, por ejemplo, la presión de generar el dinero necesario para comer, para tener un techo, para pagarnos las cosas que necesitamos.

Pero hay otras que se han alejado demasiado.

Por ejemplo, necesitamos sentirnos reconocidxs. Entonces, empezamos a generar toda una serie de presiones alrededor del éxito, creyendo que así vamos a saciar nuestra necesidad inicial de ser reconocidxs. Pero son presiones totalmente ineficaces, porque no hay ningún éxito capaz de suplantar una mirada real, de un solo ser humano, que nos reciba en reconocimiento de absolutamente cada una de nuestras partes. El reconocimiento que viene por el éxito siempre es el reconocimiento de un fragmento de nuestra totalidad. Por eso se siente siempre incompleto.

También esto va de la mano de la necesidad de sentirnos amadxs, de la necesidad de experimentar intimidad con un otrx, etc. Varias necesidades que pueden convertirse en presiones cuando no son satisfechas. Necesito ser amadx, y para eso me presiono a ser quien no soy, por ejemplo.

Necesitamos entonces frenar, respirar, ir al cuerpo. 
Intentar por un momento tocar nuestra vulnerabilidad, que es el único lugar donde puede aforar la necesidad real. Esa que nos revela humanxs. Entendiendo que detrás de toda gran presión por ser, detrás de todo gran propósito o deseo, se esconde una necesidad total y absolutamente mamífera. Y que eso está perfectamente bien. Es parte de lo inevitable. 

Del descanso ideal al descanso posible

Identificamos entonces que hay presiones reales y otras imaginarias. Supongamos que algo de las imaginarias se empiezan a ablandar… pero aún solo en contacto con las reales, siento que no puedo más.

Estamos en tiempos extremadamente intensos. Acá en Argentina estamos atravesando unos niveles de crisis que llevan los cuerpos continuamente al colapso. Y si ampliamos la mirada hacia lo global, el panorama no es mucho más alentador. Entre tanta devastación… ¿cómo puedo imaginarme un descanso?

Tengo que estar al palo. O para sobrevivir, o para sentir que estoy haciendo algo por este mundo que se cae a pedazos. ¿Cómo voy a frenar?

Muchas veces me encontré fantaseando con poder estar una semana entera al solcito, tirado a orillas del río, sin absolutamente nada que hacer. 

Y como esa fantasía es hoy imposible para mí, por las presiones reales a las que tengo que responder, entonces ni siquiera descanso 15 minutos cuando puedo. O una hora. O 3 minutos. O el tiempo que sea.

De fondo me encuentro siempre con esta misma creencia de que estoy tan agotado que si descanso, necesito que sea mínimo una semana.

Pero es mentira.

Cada vez que cuestiono esa creencia y me permito descansar, al menos ese ratito posible cada día, encuentro una posibilidad de regeneración mucho más profunda de la que había imaginado.

No, tal vez hoy no se puede ese descanso ideal fantasiado. Pero sí se puede un descanso posible. 

Apoyar los pies en la tierra, y respirar. En general, no necesitamos mucho más que eso. O recostarnos en la tierra. 10, 15, 20 minutos. El tiempo que podamos. Donde soltar totalmente nuestra existencia en el abrazo de la tierra. 

Casi siempre es suficiente. 

¿Qué pasa con el gozo cuando no nos queda resto ni para respirar?

Lo mismo pasa con el placer.

¿Qué pasa con el gozo cuando no nos queda resto ni para respirar? Cuando todo está tan intenso, tan insoportable. Cuando hay tanto por todos lados que seguir sosteniendo.

Pero es lo mismo. Imaginamos que el placer solo podría aparecer si tengo cinco horas para entregarme a un encuentro sexual super tántrico, o si tengo una hora entera para degustar un alimento… y rara vez eso se da en nuestros cotidianos.

De fondo lo sabemos, es la cultura enferma en la que estamos. Pero quejarnos de la cultura mientras esta hoy es, no sirve de nada. Sí ir aportando nuestro lado, obvio. Pero, ¿mientras tanto qué?

Mientras tanto aprender el disfrute posible en cada respiración que tomamos.
Ese gozo íntimo y sutil que absolutamente nada ni nadie nos pueden arrebatar.
Resto para respirar tenemos siempre. Y a veces va acompañado de una profunda emoción. 

No hace falta mucho. Por más de que no sea el idea. Si nos vamos permitiendo al menos gozar del sorbo de mate o café de la mañana, si nos permitimos gozar del contacto de nuestros pies con el suelo mientras caminamos por la calle, aunque sea apuradxs, si nos permitimos sentir el viento que nos roza la piel… algo empieza a generar un vínculo distinto con el mundo.

No se trata de forzarlo. Forzar lo que sea es siempre opuesto al disfrute.
Se trata de ir descubriendo esa posibilidad que a veces aparece, dentro de las velocidades de nuestro cotidiano, para dejar entrar a la vida en una bocanada de aire, dejar que nos inunde, que nos atraviese, que nos erice.

Seguimos yendo del ideal a lo posible.

Y así empezamos a descubrir que lo posible puede ser mucho más poderoso y maravilloso de lo que suponemos cuando solo dejamos que se imponga el ideal.

 

Posibles prácticas para acompañarnos entre tanta presión

Las prácticas del Tantra son muy simples. Y se pueden hacer en cualquier momento.

Estar presentes en el curso de nuestra respiración, sea lo que sea que estemos haciendo, transforma profundamente la experiencia.

Si además nos permitimos gozar de ese aire que entra, que puebla todo el cuerpo, y que sale, vaciándolo nuevamente… el momento empieza a revelar su potencialidad.

Y si a esto le sumamos, en los momentos en que podemos, el contacto directo con la tierra, los pies, el cuerpo en la tierra… repito, no necesitamos mucho más. Si además podemos estar recibiendo al sol en nuestro cuerpo…

Pero sin forzar. Empecemos siempre por lo posible. Y dejemos que esa profunda sabiduría que empieza a brotar en nuestros cuerpos cuando lo habitamos, nos guíe.

Ahora bien, más que pensar en la práctica, lo más importante me parece ir descubriendo cómo podemos hacer para que esto no se te olvide ni bien termines de leer esto, cuando las presiones del mundo te vuelvan a pasar por arriba. Siento que esa es una de las claves. Aprender a crear un ecosistema de recordatorio de esta posibilidad del descanso y del disfrute cotidiano. ¿Cómo? En principio podés escribirte alguna frase, o hacer algún dibujo, y pegarlo en tu espacio, que te recuerde esta posibilidad de respirar; y otro que te recuerde esta posibilidad de ir un rato a pisar la tierra. 

Ah, y una última cosa muy pero muy importante. Tal vez la más importante de todo este texto: 

Descansar y disfrutar, con el mundo ardiendo, no te hace egoísta. Al contrario:
el mundo sería un espacio infinitamente más bello si todxs pudiéramos darnos esta posibilidad.
Así que, al contrario, me gusta creer que el Misterio
agradece cada vez que nos permitimos descansar y disfrutar.

(En este preciso instante, cuando termino de escribir este texto, mi hija me trajo un cuadradito de chocolate. Uno que ahora estoy dispuesto a gozar con cada partícula de mi cuerpo. Aún siendo lunes, arrancando una semana extremadamente intensa.)

Si además de esto querés descubrir cómo profundizar en la experiencia de descanso y disfrute, a partir de ir tejiendo un cuerpo cada vez más habitado, te invito a explorar de qué van nuestras prácticas semanales de cultivo tántrico, un espacio semanal online super accesible para ir anclando esta presencia en tu cotidiano.

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