El coronavirus y la revolución tántrica micropolítica
Por Wem Marcos Wertheimer
Estamos justo en el instante
capaz de decidir
nuestro mañana.
Entre un instante y el siguiente siempre hay infinitas posibilidades. Y se manifiesta, momento a momento, la posibilidad que recibe más potencia.
¿Qué le da potencia a una posibilidad?
En principio, pareciera que hay dos fuerzas principales en el movimiento de lo vivo: la tendencia a conservar la estabilidad de la forma, y la tendencia a la destrucción y la creación de nuevas formas.
Si abrimos el territorio del instante, veremos que ante nosotrxs siempre está esta oportunidad. Cada momento es la oportunidad de repetir o de crear. La repetición define, de la gama infinita de posibles, el instante más parecido al anterior que encuentre a su disposición. La creación, por su parte, puede ser tanto reactiva como activa.
La creación reactiva define, de la gama infinita de posibles, el instante más diferente al anterior que encuentre. Esta es la tendencia revolucionaria en su aspecto más bajo de la espiral creadora. Es una experiencia totalmente desprovista de libertad y de creación real. Es simplemente oponerse a lo que se percibe como la forma presente.
En cambio, la potencia creadora como experiencia activa, se abre al mundo completo de posibles. Cada instante es un encuentro con el misterio, fuente de la cual emana toda creación.
Es situarme en el instante, abiertx completamente a la experiencia presente, y disponiéndome a moverme dentro de ella en sintonía con el movimiento de lo vivo. Movimiento que muchas veces tiende a conservar una cierta forma, y muchas otras veces tiende a trans-formarla.
Vivir una vida creadora requiere un estado constante de presencia y escucha. Algo que solo puede suceder, a su vez, en un cuerpo relajado y disponible. Un organismo en el viaje de liberarse del sometimiento tecno-patriarcal de la hiperproductividad y la sobreinformación. Un organismo capaz de moverse en la lentitud del sentir resonante, del cuerpo vibrante.
¿Qué sucede en el interior del instante?
Al dejar de lado toda meta, todo objetivo, aunque más no sea por un instante, podemos caer en el interior de ese instante. Dejarnos caer en el interior de nuestras células vibrantes y abiertas al intercambio con lo vivo. La respiración es uno de los vehículos de esta interacción.
En el interior del instante el infinito se detiene y contiene. Cada instante contiene todo el pasado, y todos los posibles futuros. Cada instante transforma esos pasados, al moverse hacia un futuro -porque cada pasado existe solo en la experiencia del presente.
En el interior del instante existe un descanso profundo. Existe libertad. Y solo este descanso permite abrirnos a la totalidad de los posibles. Que bueno, decir la totalidad puede sonar a mucho. Digamos, al menos, a una gama más amplia de posibles.
En lo que voy viendo, cuanto más es la profundidad con la que entramos en el instante -y entiéndase que entrar es, básicamente, ser unx con él-, más se amplia la gama de posibles. Porque la elección de un posible no es un acto de voluntad personal, sino más bien como una caricia que acontece al afinarnos con el pulso de lo vivo en la presencia.
Respirar, y permitirnos olvidarnos de las metas y del hacer, para sumergirnos en el sentir. Dejar que nuestras células se vayan abriendo. Conscientes de cada instante es la posibilidad de repetir una forma que, tal vez, ya no nos sirva de nada, o la posibilidad de crear nuevas formas vitales.
¿Qué es un movimiento colectivo?
Cada instante es la convergencia de las infinitas creaciones sucedidas en el instante anterior, percibido desde cada organismo singular a partir de su propia creación en el instante anterior.
La acción micropolítica acontece en el interior de cada organismo singular, en su experiencia de abrirse a su potencia creadora, liberándola del yugo patriarcal que lo obliga a crear para la supervivencia o la gratificación, y abriéndose a crear como experiencia gozosa y vital de existir.
La acción macropolítica sucede en la convergencia de la multiplicidad de acciones micropolíticas.
Entonces, cada organismo colabora a la experiencia colectiva de cada instante, al mismo tiempo que el instante colectivo colabora a la posibilidad del organismo de vivirse creadoramente o no.
Muchas veces, el instante colectivo es un inhibidor para que el organismo individual pueda vivirse en su potencia creadora gozosa. Otras veces, ciertos instantes colectivos colaboran a la vitalidad y la potencia creadora gozosa del organismo. La revolución tántrica es la de disponer esta experiencia vital, creadora y gozosa.
Las dos reacciones ante la incertidumbre
El coronavirus puede sentirse como un potenciador de cualquiera de estas tres tendencias, al igual que cualquier momento de mayor inestabilidad e incertidumbre.
Puede ser una excusa para reforzar los mecanismos de control, propios de nuestra tendencia conservadora y puede ser una excusa para reforzar los mecanismos de control, propios de nuestra tendencia reactiva. Desde el crecimiento de la xenofobia, el racismo, la cerrazón y la entrega voluntaria al tecno-control (cámaras de seguridad, recolección de datos de nuestras acciones en las redes), propios de esta primera tendencia, hasta el crecimiento de las teorías conspirativas-paranoicas, propias de la segunda.
Y también puede ser la oportunidad para potenciar la experiencia creadora. Esto sucede cuando vemos la incertidumbre como una oportunidad para soltar las metas, las predicciones, asumiéndolas imposibles. Entonces, podemos situarnos en el presente, bajar los miles de cambios de una cotidianeidad hiperproductiva, hiperveloz y sobreinformada, y situarnos en lo que es, como única experiencia posible. Respirar, movernos lento, abrir los sentidos. Afinarnos con el movimiento de lo vivo en la presencia. Y disponernos a soltar el control y las certezas, para encontrarnos de lleno con el misterio. Disponernos, entonces, a la posibilidad de crear en la incertidumbre de la apertura a la infinidad de los posibles.