Durante tanto tiempo tratamos de reafirmar todo eso que nos separa de la naturaleza. Establecimos una jerarquía que nos separa claramente del reino animal y vegetal. Somos los seres humanos. Aquellos que pueden pensar, abstraer, razonar. Y sin embargo, el animal en nosotrxs nunca dejó de latir.
En el Tantra nos interesamos profundamente por todo aquello que tenemos de animal, de meras criaturas orgánicas del entramado de lo vivo. Mientras que la cultura intenta que neguemos constantemente esta naturaleza que somos, deviniendo puras máquinas hiper-productivas, el Tantra se para en la vereda opuesta. O más bien, destruye las veredas.
¿Cómo sería llevar la atención al proceso orgánico de existir? Retirarla por un rato de todos esos supuestos ideales, esas imágenes que aprendimos de cómo deberían ser las cosas, y quedarnos con lo más obvio. Eso que simplemente sucede. Eso para lo cual los mamíferos son nuestros grandes maestros, mucho más que cualquier escritura sagrada. Simplemente preguntarte qué estás necesitando, y procurártelo. Simplemente dejar que te mueva la fuerza indomable del deseo, el pulso natural y espontáneo del placer.
Lo primero que pensamos, es que esto se opone a la posibilidad de sociabilizarnos -me refiero a la creación de sociedades. Y sin embargo, vemos en el planeta miles de sociedades animales. De hecho, el humano es un mamífero que necesitó crear manadas para sobrevivir. Nuestra naturaleza incluye la manada. La fantasía del aislamiento, de la individualidad separada, es apenas un momento en el proceso de existir. Un momento más que necesario. Necesitamos separarnos de la tribu e ir hacia nuestra singularidad, ese es el viaje de todo héroe. Pero el viaje no termina ahí.
Creo que actualmente, en el punto cúlmine de la individualidad separada en que nos encontramos como especie, tenemos la tarea de repensar la manada. Aprender, en el mismo andar, nuevos modos de entramarnos. Modos que no anulen la diferencia, como pretendimos hacer en el pasado, ni que nos aíslen en la mera competitividad y comparación. Necesitamos aprender a re-crearnos en conjunto, ante el gran desafío de la comunidad planetaria que la tecnología hoy nos impone.
¿Cómo es abrirnos a nuevos modos de relacionarnos, que contengan nuestra necesidad de encuentro y nuestra necesidad de diferencia?
El saber etológico-ecológico, esto es, la observación de la naturaleza o de lo natural, entendiéndonos parte del entramado orgánico de lo vivo, es la propuesta del Tantra. La observación tanto interna como externa de este acontecer de flujos vitales, tal y como suceden.
Para esto, necesitamos reconocer todo aquello que hoy acontece en el despliegue humano, dando así un paso más allá en la dualidad naturaleza-cultura. Tal vez nuestra naturaleza sea la de crear una cultura. Y tal vez nuestra cultura necesite recuperar la sabiduría arcaica de nuestros cuerpos. Asumiendo esto, la observación etológica-ecológica-humana incluye reconocer todos nuestros patrones vinculares y sociales, permitiendo su revisión, asumiendo que somos criaturas aterradas, sistemas vinculares y movimiento sagrado de lo vivo. Todo al mismo tiempo.
Nuestro proceso orgánico parece que incluye absolutamente todo lo que fuimos creando, todos nuestros desequilibrios -que podrían formar parte de un equilibrio mayor, aún inconcebible, tal vez incognosible. Vernos como puros mamíferos desplegando su código nos ayuda a quitar esta dualidad y vernos con mayor profundidad, investigar el desencadenamiento de nuestra particularidad mamífera, y permitir el brotar de nuevas posibilidades de nuestro existir en el mundo. Asumiéndonos partícipes del entramado planetario. Vos, yo, cada unx de nosotrxs.