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¿Existe lo masculino y lo femenino?

Sí, y no.
Si bien no existe como cualidad energética de la existencia,
sí existe como herencia psicocorporal profundamente arraigada en nuestros cuerpos.
Y esta distinción lleva a muchísimas confusiones.

Lo masculino y lo femenino existe como condicionamiento, como herida,
existe como modos diferentes de sentir, de percibir, de desear.

Y no tiene ningún sentido hacernos como que no.
Como que no traemos miles y miles de años de condicionamiento en los cuerpos.
Como si pudiéramos hacer borrón y cuenta nueva, y ya está.

Porque incluso cuando hablamos de cambios, se nos escapa decir
lo femenino en el varón
lo masculino en la mujer
o lo masculino en el varón o lo femenino en la mujer,
pero, ¿qué es “lo masculino” y “lo femenino” sino asociaciones milenarias
entre ciertas cualidades de la experiencia humana
y una biología?

O sea: lo blando, receptivo, tierno,
más asociado al cuerpo de mujer
que durante miles y miles de años
ha dedicado mayor caudal de energía
al cuidado de la cría, que requiere una gran sensibilidad a la necesidad de le otrx,
una capacidad de contención íntimo y cercano, y de afecto;

y lo duro, fuerte, agresivo, direccionado,
más asociado al cuerpo de varón
que durante miles y miles de años
ha dedicado mayor caudal de energía
a la caza para alimentar, y a la protección de agentes externos.

Entonces aquí estamos, con cuerpos que traen historias,
que condicionan nuestros modos de sentir, de desear, y de percibir
y, muchas veces, ni enterándonos de este proceso.

En otra capa, abrimos también el vínculo
entre cuerpos de varón y cuerpos de mujer,
entre “lo masculino” y “lo femenino”,
vínculo cargadísimo de heridas
que hoy, más que nunca, están pidiendo a gritos ser escuchadas,
ser sentidas,
ser acompañadas,
ser amadas;
gritos de furia, gritos de dolor, gritos de pena,
gritos de diferentes matices
que necesitan un oído amable que pueda recibirlos;
detrás del grito, un desarraigo,
un deseo del Edén perdido
donde lo masculino y lo femenino, donde varones y mujeres
vivían en lo “gilánico” -la armonía orgánica entre humanidades, sin importar su género.

En lo energético, como decía, solo hay cualidades.
Hay lo agresivo, lo receptivo, lo blando, lo duro, el sostén, la entrega, lo caótico, lo ordenado, lo tierno, lo suave…
y miles de años que asocian eso a “masculino” y “femenino”. Pero eso ya no es sustancia energética.

Creo que estamos en un momento de la especie donde la exploración de “lo masculino” y “lo femenino”, como carga arraigada en el cuerpo y en el psiquismo,
necesita ser explorado, con inocencia, amabilidad, pasión e intensidad.
Con ternura y con crudeza.

Y, casi sin darme cuenta, hace unos 7 años que vengo creando contextos donde explorarlo. Bajo el nombre de “Tantra y polaridades”.

Encuentros que vienen llevando a miles de lugares.
Donde vengo aprendiendo muchísimo.
A veces con mucho dolor. A veces con mucha furia. A veces con mucho amor.
Aprendiendo a crear puentes
que nos vayan acercando
a la posibilidad de vivir nuestra humanidad total
en interacción profunda, intensa y amable con otras humanidades.

Pero eso, sin indagar en lo profundamente arraigado en la psicocorporalidad
no es más que fantasía.

Si esta exploración te resuena,
si coincidís en que urge sumergirnos acá
te invitamos a sumarte al encuentro de
Tantra y polaridades.
Te esperamos.

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