La incomodidad es aquello que aparece en la frontera entre nuestra identidad y lo desconocido. Ante esta experiencia tenemos dos posibilidades: reforzar las defensas de nuestro ego -que es nuestra reacción espontánea mamífera- o expandirnos a nuevas posibilidades de nuestro existir. Esta expansión requiere que permanezcamos en contacto con la incomodidad. Asumiendo nuestra fragilidad vital en este contacto. Abriéndonos de lleno al dolor de la metamorfosis.
El camino de abrirnos a la vida es el camino de la frustración de los anhelos del yo. Y esto incomoda como la ostia.
Cuando la identidad se ve cuestionada o frustrada por la gran frustradora de planes llamada vida, quedamos totalmente desnudxs y vulnerables. Necesitamos en estos momentos un acompañamiento amoroso y disponible. Consideramos ideal recibir este acompañamiento de alguien más, y eso es gran parte de lo que hacemos en nuestros talleres y sesiones. Pero necesitamos también encontrar este espacio de acompañamiento amoroso en nosotrxs.
A continuación, dejamos una posible guía para acompañarnos en estos momentos de contacto con la incomodidad.
1. Lo primero que necesitamos amar son nuestras propias defensas, nuestras propias reacciones. En el estado de máxima vulnerabilidad, éstas se refuerzan. Los modos habituales en que escapamos de la incomodidad estarán más activos que nunca. Es momento de poder observar inocentemente estas reacciones, sin defenderlas. Esta mirada inocente es una práctica. Cada vez que se activan estas reacciones, es un momento de practicarla. Mirar con amor nuestras tendencias reactivas, nuestras vías de escape. Amarlas tanto como podamos.
2. En segundo lugar, necesitamos asumir nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad. Y esto es en sí mismo incómodo. Asumir nuestro miedo al descubrir que no podemos controlar el curso de lo vivo. Y que solo podemos dejar que nos desgarre -desde la percepción del yo que somos- y que nos abra a nuevas dimensiones de nuestro ser-en-el-mundo- desde la percepción del Self.
3. Hay un punto justo, entre el drama y la desconexión, que es el contacto. Es poder asumir “siento exactamente esto”. Y no sumarle ni restarle nada. Si duele, simplemente duele. Nada más y nada menos. Si asusta, simplemente asusta. Nada más y nada menos. Y así.
4. Somos parte de una historia personal y colectiva inscripta en nuestros cuerpos. Cada experiencia de incomodidad es un momento en que algo en esta historia pide transformarse. Y creemos que somos esta historia. La incomodidad, por lo tanto, remite a cierta muerte. Necesitamos darnos el permiso de acompañar amorosamente esta muerte. Tener espacio para el duelo de aquella identidad que está muriendo. No forzar el tiempo de la transformación.
5. Necesitamos permitirnos sentir todo lo que hay para sentir en esta muerte. Llorar lo que haya que llorar. Patalear lo que haya que patalear. Entonces, el soltar se va dando solo. La intención de soltar no sirve de nada, por más que ahora soltar esté tan de moda. Soltar sin antes sentir no es más que miedo al contacto. Solo podemos soltar lo que hayamos tomado. Soltar antes de tomar es imposible.
6. Una parte de esto consiste, sí, en nuestra voluntad de entrar. De sentir lo que haya para sentir. De permanecer en contacto, incluso cuando el dolor se torna insoportable. Una mezcla de voluntad y de confianza, en que el contacto con lo que va siendo siempre es el camino de la sanación. Aunque en el medio de la tormenta el panorama no sea para nada prometedor.
7. Una vez que realmente hacemos contacto y esto va perdiendo fuerza, entonces sí es el momento de soltarlo. Muchas veces fabricamos una nueva identidad en el habitar la incomodidad. Eso no es más que otro ego. Una vez atravesada la incomodidad, cuando realmente su caudal baja más allá de nuestro deseo de que baje, necesitamos también abrirnos al placer y la celebración. La vida es un pulso entre incomodidades y placeres. El contacto oscila entre estas dos experiencias. El rechazo o anhelo de cualquiera de ellas, es cerrarnos a una porción de la existencia.
Y si, a veces incómoda.
Y si, a veces queremos irnos a la mierda. A veces nos cerramos. A veces miramos para otro lado. A veces nos buscamos distraer. Pero hasta que no entramos ahí, no hay transformación ni alquimia posible.
Te dejamos este texto para acompañarte a tocar esos lugares donde tu crecimiento necesita que entres.
Y a seguir acompañándonos entre todxs en esta intensa aventura de existir.
Im obliged for the post Great