Insistir en el intento del amor
sobre la nueva presidencia de Trump y le mundo en llamas
Asumió Trump.
En una pasada de tinta, borró todo derecho a la diversidad de género y todo proyecto orientado a la sustentabilidad de nuestro planeta en llamas. Empezó la persecusión de inmigrantes mexicanos en todo el territorio. Y sigue con su discurso de “anexar” todos los países que lo rodean.
En la asunción, todos los principales referentes tecnológicos del mundo, despejando cualquier duda que quedara acerca del tecnofeudalismo.
Del otro lado del mundo, nuestro presidente publica algo en twitter cual panelista de un programa de cuarta, defendiendo el gesto nazi que hizo Elon Musk en esta asunción. “No solo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la LIBERTAD. Zurdos hijos de putas.” Así nomás. El presidente.
Es un buen día para sentir una gran desesperanza en la humanidad.Para escuchar esa vocecita de fondo de la Tierra, diciendo “y bueno queridxs hijxs, están haciendo absolutamente todo lo posible para encaminarse hacia su extinción.”
Y la verdad ni idea si eso es lo mejor, a esta altura, para la tierra.
Pero sé que siento un amor demasiado intenso hacia la humanidad como para tolerar que ese sea hoy el desenlace inevitable.
Y no solo la humanidad: hacia los humanos. Estos de carne y hueso que me rodean. Mi hija, mi pareja, mis amigues, mi familia… no, no me da igual. Amo demasiado también a ese humano desconocido, con su historia. No me da igual, ni en pedo.
Pero la desesperanza puja fuerte en mí. Y es justo en estos días, cuando parece que la humanidad simplemente se fue a pique y ya no existe otro mundo posible, que nos invito a recordar.
¿Qué mier-/(“$ podemos hacer entre tanto desconsuelo, ante tanta basura con poder?
Primero que nada, comprender y recordar.
Comprender que cada una de estas criaturas humanas que vemos en la tele
ha vivido muchísimas cosas hasta llegar ahí -así como quienes les votan y les dan su poder.
Como dicen en el libro relacionalidad, “nuestra especie lleva milenios haciendo lo mismo, transmitiendo el trauma intergeneracional como si fuera cultura, y sin embargo existe la posibilidad de otro camino. Mientras haya vida, habrá esperanza, habrá posibilidad”. Esto que vemos, por todas partes, no son más que ecos de este gran trauma, de estos primeros homínidos aterrados ante las carencias inevitables, y ante tanta inmensidad.
Y en segundo lugar, intentar continuamente recordar.
Recordar que al mismo tiempo que este desastre se perpetúa, en todas partes están sucediendo otras voces, otras historias, otros mundos posibles. Ahí donde la gente está profundamente comprometida con el amor -entendiéndolo como intento de comprenderse tejido-, ahí donde están sembrando formas comunitarias de cuidado que potencial cada singularidad; ahí donde se comprenden de la misma sustancia de la Tierra, ésta que arde, y el compromiso inefable para defenderla a toda costa.
Recordar que esto también está sucediendo, en simultáneo.
Y, sin distraernos de los desastres colectivos, enfocarnos también en todos estos intentos, que se van dando.
Entonces, optar. Optar a dónde poner nuestra energía, nuestra vida. En qué intento.
En el intento del poder desmedido del Yo
o en el intento del poder frágil (y más poderoso que cualquier otra cosa), del amor.
Acá hace rato que opté.
Hace rato que día a día, en cada gesto, insisto en el intento del amor.
Pifiándola un montón de veces.
Y aprovechando para hacer, de cada error, un nuevo aprendizaje del camino.
Y acá estoy, para quienes sientan seguir intentando este mundo posible.
Entre tanta mierda, tanta crisis, tanto sufrimiento.
Aunque un día como hoy cueste muchísimo. Estoy para que sigamos optando por el amor.