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1) Abrir la mente y resignificar las cualidades masculinas

El primer paso consiste en una reelaboración mental de aquellas cualidades asociadas a lo masculino. Sin esta apertura, que genera una predisposición, los siguientes pasos son imposibles.

Una vez me lo describieron de una forma muy bella: es como tener un especiero, lleno de especias. Cada una de esas especias aporta algo significativo y necesario a tu vida. El tema es que tienen etiquetas que hacen que descartes algunas de esas especias de antemano, sin siquiera probarla.

Por ejemplo: hay una especia muy copada, que se llama agresividad. Necesaria para superar obstáculos, para defender lo propio, y para hablar de frente. Pero tiene la etiqueta “Violencia”. Entonces no la usamos nunca, aún cuando la necesitamos.

Dejo una síntesis de etiquetas a resignificar en este primer paso del proceso de integración.

Violencia —> Agresividad
Egoísmo —> Valor y respetar los propios deseos y necesidades
Desconexión emocional —> capacidad de atestiguar las emociones
Impulsividad → Correr riesgos, capacidad de pasar a la acción
Desconsideración → Hablar honestamente, respetando la propia verdad
Invasividad → Presencia penetrante
Burla → Capacidad de reírse de sí mismx
Imponer la voluntad a otrxs → Poder sobre sí mismx

Cuanto más neguemos cualquiera de estas cualidades, más aparecerá, tarde o temprano, en su peor versión. Ya sea expresándose ciegamente, o proyectada en entornos que la confirman.

2) Abrir el corazón

Reconocer estas creencias y resignificar las cualidades, comprendiendo lo necesario de cada una de ellas en nuestra vida, es el primer eslabón. Entonces, comienza la tarea más difícil: abrir el corazón.

Mientras que la primera fase del proceso puede darse en solitario a través de lecturas, cursos, y cosas por el estilo, de aquí en adelante se vuelve indispensable participar de contextos donde puedas sentirte a salvo, para ver de frente a tus heridas y tus miedos.

Abrir tu corazón es ir a la fuente, donde alguna vez estas cualidades quedaron cargadas con su aspecto negativo. Esas experiencias quedan cristalizadas en los cuerpos. Volver a ellas es doloroso. Y también necesario e inevitable en un camino de alquimia interior y vincular.

Solo si tenemos la voluntad de permanecer, aún cuando duele, sabiendo que podemos confiar en quien tenemos enfrente, ese dolor puede ir encontrando un nuevo cause.

El corazón se abre cuando comprendemos que esta herida no es únicamente personal, sino también colectiva: es un sufrimiento de la especie humana, que viene de cinco milenios de vivir en la desconexión entre su lado masculino y su lado femenino, llevándonos a vivir lo peor de cada lado.

Lo que más conocemos de lo masculino es su sombra.

Reconocerte en esta herida humana abre una nueva dimensión, que se da a través de un compromiso con la especie humana. El viaje de integración comienza a moverse y con-moverse en consonancia con el viaje de integración de la especie.

3) Aprender la cualidad

Entonces comienza una tercera fase: aprender de la cualidad, experimentándola. Volver nuestra vida un constante aprendizaje.

Aquí considero fundamental participar de contextos grupales de seres que estén explorando y aprendiendo a la par, donde podamos compartir la experiencia de poner en juego estas cualidades, asumiendo juntxs la posibilidad de acompañarnos en los pifies -cada vez que la energía se exprese en su peor versión, y vuelvan nuestros juicios, miedos y heridas. Algo inevitable en el viaje de integrar.

Es que este no es un camino lineal: llevar el proceso a la experiencia nos confrontará una y otra vez con niveles cada vez más profundos de creencias, miedos y heridas, que nos constituyen como humanos.

Una gran trampa de la segunda y la tercera fase es obsesionarse con el proceso de sanación, creyendo que se alcanzará un estado de integración definitiva, y todo será pura felicidad.

El viaje de integración no se acaba mientras estemos vivos.

4) Celebración

Por eso, hay una cuarta fase que es fundamental: la celebración.
Darse contextos donde valorar y celebrar, solx y en grupo, los distintos aprendizajes que cada quién va teniendo.

Hacer de esta cuarta fase parte de nuestra cotidianeidad. Un respiro necesario para permanecer disponibles a volver a sumergirnos cada vez que sea necesario -pero sin hacer de eso nuestra única posibilidad.

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