Somos apenas una ínfima porción de universo. Ni más, ni menos. Así habla Luna llena en Piscis.
Un movimiento tan insoportablemente perfecto. Todo, absolutamente todo lo que sucede, es este movimiento. Lo que nos gusta y lo que detestamos. Todo este cosmos inteligente, esta geometría del Misterio.
Estos días puede que se sientan como si una ola estuviera colmando nuestros cerebros. Como si estuviéramos más mareadxs -o sea, hechxs Mar.
Estos días, el llamado a una consciencia colectiva está más presente que nunca. EL llamado a poder mirarnos en compasión. En el darnos cuenta de que nos estamos autodestruyendo. De que somos una especie en peligro de extinguirse, como leía por ahí. Y hagamos lo que hagamos, por mucho que militemos y tal, si nos seguimos sintiendo algo distinto a Madre Tierra, si nos seguimos sintiendo separadxs de esta sinfonía de las estrellas, todo otro esfuerzo es vano. Porque si estamos separadxs, siempre vamos a estar asustadxs. Y si estamos asustadxs, siempre vamos a estar queriendo controlar -y de controlar a destruir no hay ni medio paso.
Luna Llena en Piscis nos inunda cada célula de una consciencia colectiva que incomoda. Incomoda al Yo con sus proyectos, a la Mente con sus certezas, al Cuerpo con sus pulsiones. Luna Llena en Piscis se trata de empezar a reconocer ese dolor que está detrás de todo gesto compulsivo y violento. Ese dolor en el cual toda existencia humana se puede ver reflejada. El dolor de la separación primal que nos compone.
Reconocer y respirar este dolor. Y reconocernos que en este dolor todxs estamos unidxs.
Aunque todavía creamos que no tenemos nada que ver. Aunque tengamos metido en la médula el cuentito del poder solx. Aunque sigamos sosteniendo lo separado. ¿Podemos volver a mirarnos? Mirar al de al lado. Mirar al de adentro.
Y ver que todxs, siempre, somos apenas humanos intentando hacer algo con tanto dolor.
Sí, en luna llena en Piscis pueden aparecer dolores intensos. Ganas de desaparecer. Mareos fuertes.
Y el dolor, en aislamiento, es el único dolor verdadero. Porque cuando podemos compartir el dolor, ponerlo en un círculo de oídos capaces de escuchar sin juzgarlo, viéndose en él, ahí todo dolor se transforma en el camino hacia el amor.
Entrando en el dolor siempre, pero siempre, está el amor.
Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico
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