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Qué difícil entender en nuestro calendario que esta época del año sea más para cerrar, que para abrir. Estamos ahí, intentando mover, activar, proyectar. Pero algo nos pide silencio, quietud. Respirar hondo. Escuchar.

Es una encrucijada que percibo cada año en esta temporada de Piscis.
Y esta vez, además, arranca con luna llena. 

Luna que ilumina la necesidad de ir hacia lo pequeño. Atender nuestros cuerpos, nuestras rutinas, nuestros hábitos. Ir a lo pequeño. El detalle que se nos escapa.

Riesgo de obsesión. Pero no. Es otra cosa. Es permitirnos mirar con ojos de Misterio, ese susurro que vive en cada cosa, en cada gesto. Es dejarnos encontrar por este momento, cada uno de ellos. Dejarnos encontrar.

Sos apenas el espacio
donde lo sagrado puede suceder
dice esta luna llena en Virgo.

Queremos proyectar, activar, movernos,
pero hay otro ritmo, otra necesidad:
atender lo pequeño, cultivar ahí la posibilidad de un movimiento más orgánico, más amable, más saludable. No como imposición, sino como mera posibilidad que brota cuando frenamos.
Sí, eso.
Es tiempo de ralentizar el movimiento.

De fondo hay una certeza que esta luna nos trae:
si empezás por eso pequeño, eso casi imperceptible,
ese gesto que nadie más que vos ve,
ese lentificar en el momento justo en que el automático te iba a llevar por el camino de reacciones conocido, habilitando otro rumbo,
si empezás ahí,
descubriendo la poesía que hay en cada porción de mundo
y te dejás conmover por eso

todo ese flash de proyecciones y acciones y todo eso
se va a acomodar
como movido por arte de Magia.

Pero la magia te necesita acá
ancladx en el Misterio de lo que está siendo a cada momento.

Y sabé que, en todo momento, estás en el lugar justo. Te guste o no. Estás en el lugar donde tu vida tiene sentido. Ocupando el lugar para el cual fuiste creado. Agrega Saturno en conjunción al Sol. Darnos cuenta de que siempre estamos siendo el engranaje justo en la maquinaria-Kosmos (aunque a veces nos sintamos más o menos que el de al lado).

Si atendemos lo más ínfimo con nuestro cuerpo disponible a sus secretos
la comprensión profunda puede brotar:
reconocernos partículas cocreadoras de la totalidad
en cada momento.

Texto por Wem Marcos Wertheimer
Foto por Magalí Aldabe

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