Recorrer con inocencia los rincones más oscuros
Luna nueva eclipsada y cuadrando con Neptuno. Hermes tiene el don de llevarnos al inframundo y al Olimpo. Alas en los pies que permiten un viaje en todas direcciones.
Puentes. Crear puentes. Primer puente: puente con nosotres mismes. ¿Qué partes necesitan encontrarse? Mirarnos en un espejo. ¿A quién vemos? ¿Qué espacios ocultos revela este eclipse? ¿Podemos mirarnos con la inocencia del niño, que juega y juega sin encarcelar ninguna posibilidad?
Luna Nueva en Géminis es el amor inocente, que mira sin juicio. Con la simple curiosidad por todo cuanto existe. Por todas las posibilidades de este existir. Cada una de ellas.
A mirar con inocencia nuestras partes más oscuras nos invita este eclipse. A recorrer sin juicio los rincones más oscuros. Limpiar telaraña, vaciar cajas, prender luces, regar olvidos, respirar mandalas.
Primero, ver estos rincones. Asumirlos. Nombrarlos. Reconocer todas esas voces que rápidamente quisieran cambiarlos, mejorarlos, sanarlos. Esas voces del juicio, a veces camufladas de sanación. Pero no, nada de todo esto. Simplemente habitar los rincones más oscuros. Como niñes en un barrio nuevo. Curioses por cada partícula de polvo de estos rincones olvidados. Olvidados por toda la especie humana. O mejor dicho, intento de olvido, mientras es tan obvio que están ahí, listos para ser visitados.
Solo eso. Mirarnos, inocentes. Sin saber. Llenxs de preguntas, vacíxs de respuestas.
Sin saber. Encontrarnos con nosotres, como con un camino nunca antes transitado. Y sí, tiene sus miedos, pa’ qué negarlos. Tiene sus rechazos. ¿Y esto con qué se come? ¿En serio estos fantasmas vivían en mis hogares? Pero hasta el monstruo más perverso está con ganas de recibir por una vez una sonrisa. Una mirada amable. Un “querés contarme tu historia?”, un “y vos qué estás sintiendo?”, un “por hoy te abrazo por este que sos, sin nada que cambiarte.”
Encontrarnos con nosotres. Cerrar las persianas que nos distraen constantemente de este encuentro. Y mirarnos. Y, justo ahí, en lo irremediable de nuestras profundidades más dolidas, más oscurecidas, justo ahí, empezar a entrenar la inocencia.
Inocencia como una práctica fundamental de nuestra existencia. Inocentizarnos como puente capaz de acercarnos a nosotres mismes. Inocentizarnos como puente capaz de acercarnos al otre. Inocencia en cada eclipse, donde respirarnos.
Y así, como un juego más, recorrer nuestros rincones, llenándonos del liviano balbuceo de une niñe con ganas de investigar todos los confines de la galaxia.
Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico
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