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El dinero toca directamente nuestro vínculo con la supervivencia.
Cuando la economía colapsa, como esta semana, nuestros cuerpos se sienten en peligro.
Peligro de muerte. No es cualquier cosa.

La infoesfera -la capa de emanaciones que ocupa la atmósfera informativa en la cual nos movemos- colapsa. En todos lados está el dólar, en todos lados está el miedo. En todos lados los torpes intentos por ubicarnos en este desconcierto.

Cuando nuestra vida peligra, nada más puede entrar en el campo de nuestra atención, de nuestra posibilidad.
Y, en general, la reacción es reforzar los mecanismos conocidos. Sean los que sean.

Me vengo preguntando mucho qué otras posibilidades hay dentro del terror.

Y solo encuentro dos caminos: lo comunitario, y lo frugal.

Pero ambos caminos están llenos de trampas.

Pienso en lo comunitario, y al toque pienso en el documental de Osho:
miles y miles, creyendo que estaban creando el paraíso perdido.
Y estaban re-creando el infierno conocido, y cada día reencontrado.

¿Qué trampas hay en lo comunitario?

La primera es el ideal. Es querer construir, sin la consciencia de la sombra que estos miles de años de patraircado ha instalado en nuestros cuerpos. Sombra que es, fundamentalmente, temor y desconfianza.
La segunda, tener pocos recursos para nuestra vincularidad.

Creo que cualquier intento de creación comunitaria requiere:
-un profundo conocimiento de nuestras “sombras”
-un profundo compromiso con el aprendizaje relacional, aprendiendo el vínculo en la escucha de lo propio, de lo otro, y de los procesos relacionales que se dan

Esto implica también conocer nuestras heridas, y nuestros mecanismos reactivos.

Para que lo comunitario sea un espacio donde las diferencias puedan convivir, y no donde deban ser anuladas.
(Entiendo que el capitalismo es individuo sin comunidad, y comunismo es comunidad sin individuo. Creo que es tiempo de crear un nuevo territorio donde lo individual y lo comunitario sean un flujo de aprendizaje continuo.)

Y lo segundo, es la frugalidad. Frugalidad no es lo mismo que austeridad. No es forzar una renuncia.
Es entender que mucho de lo que buscamos es para llenar una carencia que no se llena con nada que podamos comprar o tener.
Que la carencia de sentido de fondo que sentimos solo puede “llenarse” con nuestra presencia desnuda. Con el contacto profundo con los elementos del mundo en que vivimos.

Por eso, en estos momentos de crisis, me traigo a los fundamentos de lo que vengo practicando y compartiendo estos últimos 10 años:
la alquimia interior, el aprendizaje vincular, y la exploración de la presencia elemental.
Creo fuertemente que no necesitamos nada más.
Pero dar estos saltos, a una confianza real en lo comunitario, al cultivo de una presencia elemental,
implica desmontar las distintas construcciones que nos hacen parte del sufrimiento de este sistema humano en el que vivimos.

Y el desmonte es lento.
El desmonte es amable.
El desmonte no se puede forzar ni apurar.
Se va dando solo, en la práctica, en el encuentro con cuerpos que andan viajando el mismo viaje, en el vínculo con quienes vienen viajando hace más tiempo.

Si sentís que este es el camino, te invito a ver las distintas propuestas de nuestra escuela.
Y que le encontremos la vuelta, juntxs, para que puedas estar siendo parte de este camino.

 

Todas nuestras actividades están en nuestra web.

 

Te esperamos

 

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