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La armadura está tan incrustada en la piel
que ya es difícil diferenciar:
¿qué es piel y qué armadura?

Nos fuimos creando una armadura tan gigante, que no dejamos entrar nada.
Por miedo al dolor, a la tristeza, a la frustración, a la ira o al miedo. Nada nos toca, nada nos atraviesa.
Y cerrarnos a una emoción, sea cual fuera, es cerrarnos a la circulación de la vida en nosotrxs.

El Tantra propone entrar en contacto profundo con esta armadura. Sentir tu rigidez de armadura, tu filo de armadura. Tu movimiento mecánico, ausente.
No hay forma de descubrir qué hay debajo de tu armadura, si primero no la conocés a fondo.
Sentir su peso -que es el tuyo-, su dureza -que es la tuya.
Y, tal vez, solo entonces, solo si hay confianza suficiente, quieras empezar a, lenta y amorosamente, ver qué ocurre si por un rato la dejás..
Al principio es muy posible que solo pueda dejar partes de mi armadura, y solo en aquellos lugares donde veo que existe una confianza plena, donde sé que todo eso que se estuvo pudriendo debajo de la armadura va a ser bienvenido.

Como las monjas de la edad media que besaban las heridas de lxs leprosxs.

Solo en el ecosistema del amor, del respeto; solo donde sé que puedo ser recibido con todo mi dolor, mis mambos, mi miseria, mi locura; solo ahí puedo atreverme a ir dejando de lado la armadura, y empezar a entrar en contacto también con eso que hay debajo.

Al principio todo parecerá áspero, piel podrida, abandonada. Al principio tal vez se sienta tan similar a la armadura.

Pero de a poco voy aprendiendo a permanecer en contacto también con la piel seca, cada vez más profundo. Las costras empiezan a salirse. La piel debajo está tan excesivamente tierna. Sintiendo por primera vez el calor, el frío, la caricia. Se eriza hasta la médula.

Las lágrimas bañan por primera vez el rostro, que las recibe como tierra árida en la cual llueve por primera vez después de décadas.

En este estado, la sensación es de excesiva vulnerabilidad. Todo lo que estaba protegido está expuesto Y todavía no tiene una piel lo suficientemente fuerte para dejar afuera aquello que necesita quedar afuera.

Es pura vulnerabilidad.

Con el paso del tiempo, si permanecemos en contacto, si no salimos corriendo directamente a buscar la armadura de nuevo -que suele ser parte de todo proceso-, podemos empezar a sentir cómo la piel se regenera.

La diferencia entre la piel y la armadura es evidente: la armadura deja afuera todo. La primera piel que antes nombrábamos no puede dejar afuera nada (por eso necesita ecosistemas de absoluta seguridad, úteros que permitan la regeneración).

¿Y una piel regenerándose?

Si permanecemos en contacto, podemos empezar a registrar la maravillosa sutileza de la piel.

Su capacidad de abrirse de lleno al éxtasis de una caricia, a la pasión de un beso, a la cosquilla del viento, al reposo del agua. Al calor del fuego.

Y también su capacidad de cerrarse, de sacar la espina, de encostrarse en los pies para poder andar descalzxs en el monte.

La inteligencia de la piel es tremenda.
Y abajo de la armadura la olvidamos.
Olvidamos toda nuestra belleza.

Hasta que la posibilidad de desnudarnos aparece. Empezamos a dejar, lentamente, que otrxs se acerquen. Que nuestra piel se encuentre con otra piel.

Podemos sentirinos, podemos encontrarnos con otrx, podemos llorar conmovidxs por el perfume de una flor. Podemos volver a respirar.

***

Dicho esto, te invitamos a sumarte a la
jornada de Masaje tantra
y darle a tu piel la posibilidad de nutrirse con la medicina del contacto,
y darle a tu corazón la posibilidad de volver a florecer.

Los días 18, 19 y 20 de noviembre en CABA

Toda la info acá: http://casavolcan.com.ar/2022/09/jornada-masaje-tantra-noviembre-2022/

 

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