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Tantra blanco, Tantra negro, Tantra rojo

A lo largo de la historia, el Tantra se ha ido dividiendo en estas tres ramificaciones:

El Tantra blanco, practicado por quienes se interesaron más por los mundos sutiles, por la trascendencia y la pureza.

El Tantra negro, practicado por quienes se interesaron por lo más salvaje y terrenal que nos compone.

El Tantra rojo, practicado por quienes se interesaron fundamentalmente por una vida apasionada, deseante y sexuada.

Como en muchas historias, esto fue creando divisiones. Creencias de que hay caminos mejores que otros.

En el Tantra primordial -como me gusta nombrar el Tantra que compartimos en la escuela-, sin embargo, estamos explorando otro camino: el camino de la Integración.

Reconocernos en los aspectos más sutiles, más primales, y más pasionales, e ir precisamente hacia aquellos que más nos cuestan para movernos hacia una integración que componga nuestra naturaleza animal, humana y divina,
nuestro pulso más terrenal, nuestras emociones y pasiones, y nuestro espíritu.

Ser blancxs, rojxs, y negrxs a la vez.
Vivir una sexualidad sutil, bestial, y apasionada, abriéndonos a todas las posibilidades del encuentro y de nuestra existencia humana.

Reconocer los tres colores nos da una brújula de dónde está nuestro lugar cómodo (identidad) y dónde nuestros lugares más incómodos (sombras y desafíos) para ir justo ahí, en el camino hacia nuestra totalidad.

 

Si bien a lo largo de la historia del Tantra se fue creando una discusión sobre cuál es el Tantra verdadero, o el mejor, en nuestra escuela, nos interesa el pulso de Integrar: tomar de cada Tantra eso que tiene para aportar a cada singularidad en su camino hacia el reencuentro con su totalidad.

¿Te animás a acompañarnos en este viaje?

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