por Wem Marcos Wertheimer
El Tantra podría entenderse como un camino de conexión en estado de éxtasis. Encontrarnos gozosamente con todo cuanto existe. Por eso, el encuentro sexual ha tomado tanta importancia, porque es el reflejo, el símbolo de este encuentro.
Necesitamos entonces comenzar por preguntarnos a qué llamamos éxtasis. Y vamos a proponer como posible definición un estado de entrega calma y gozosa a las intensidades de la vida. Entramos en el primer desafío que el Tantra nos propone: la integración de todas las intensidades. En el Tantra, absolutamente todo es digno de ser vivido. Lo que nos gusta y lo que no, lo que nos contamos que está bien y lo que nos contamos que está mal. Para comenzar el camino, necesitamos revisar profundamente nuestras ideas acerca de lo correcto y lo incorrecto. Porque el éxtasis no puede ser selectivo. Si existe una selección, ya entra la mente juiciosa en el juego. Y la mente selectiva y la mente extática no son muy buenas convivientes.
Para entrar en contacto extático con lo vivo, necesitamos empezar por reconocer esta necesidad de ir integrándolo todo. Esto no es que se da de un día para el otro. Es un lento proceso de ir permaneciendo cada vez un poquito más abierte en cada experiencia. Un entrenamiento para cada una de nuestras células. Entonces, podemos estar en una experiencia, y reconocer, primero, aquello que se cierra. Solo si reconocemos aquello que se cierra podemos ir investigando también la apertura.
La respuesta condicionada con la que casi todes vivimos es la de la cerrazón. Ante situaciones incómodas de todo tipo, tanto las dolorosas como las placenteras. Restringimos la circulación de la energía -en forma de emoción o de placer-, y así nos vamos alejando cada vez más del momento. ¿Dónde se detiene esta circulación? ¿Cómo es la textura de nuestras corazas? Son las primeras preguntas que nos necesitamos ahcer. Ahí es donde se puede abrir el camino de la apertura y el éxtasis, en la investigación, primero, de nuestros bloqueos.
Y estos bloqueos no es que van a disolverse y zaz, vamos a ser puro éxtasis. Los bloqueos van y vienen, hay días que estamos más abiertes y días que estamos más cerrades. Y está bien, es parte del viaje. Porque si algo impide la vivencia extática son nuestras creencias acerca de cómo debería ser la cosa. ¡No vaya a ser que hagamos de la apertura un nuevo mandato! Podemos hacer espacio, también, a nuestra cerrazón. Si lo que hay es cerrazón, entonces abrirnos es abrirnos a lo cerrado, a la resistencia, al bloqueo. Amar ese bloqueo. Que está ahí por alguna razón. En algún momento nos sirvió esa cerrazón.
Una vez que vamos amando el bloqueo, pareciera que este empieza naturalmente a ceder. Y ahí empieza la segunda fase del viaje, que es la liberación de la energía bloqueada. Esta liberación suele traer muchísima intensidad. Es llorar lo que necesitaba ser llorado, expresar la furia que había ahí contenida. O simplemente la sensación de que, de pronto, tenemos muchísima energía y no sabemos dónde ponerla, qué hacer con ella.
Esta es una asociación que tenemos bastante: si tengo energía, tengo que ponerla en algún lado, tengo que hacer algo productivo con ella. Y aquí aparece un nuevo desplazamiento: simplemente dejarla circular, sin hacer nada con ella. Entregarnos calma y gozosamente a su circulación -o, muchas otras veces, llenxs de miedio y resistencias. Ir entregándonos lentamente, cada vez un poco más, a dejarla circular. Incluso cuando nos asusta. Ir haciéndole cada vez un poquito más de espacio, sin esperar llegar a ninguna parte.
Muchas prácticas tántricas tienen que ver con activar esta circulación. Y otras, con aprender a relajarnos en esta circulación de intensidades.
Podemos ver muchos cuerpos adictos a estas intensidades. Esto se da cuando no nos podemos relajar en ellas. Este es otro entrenamiento, igual de desafiante y poderoso.
Una vez que vamos pudiendo relajarnos, aparece un nuevo registro, uno bastante inaccesible en nuestra cotidianeidad. Hasta acá, por mucho que lo intentemos, muchas veces nos damos cuenta de nuestros bloqueos -en general con frustración y enojo. Entonces, primero necesitamos aprender a amarlos.
Luego, muchas veces la intensidad nos toma, por mucho que la querramos evitar. Nuestra aventura implica aprender a movernos junto a ella, en lugar de reaccionar. Vivir nuestras intensidades. Y, con el tiempo, ir estando en ellas de modo relajado y gozoso.
Entonces, como decía, aparece un nuevo registro, un verdadero renacer. Es el renacer de nuestro devenir éxtasis. Es algo así como una sensación sutil y deliciosa. Un flujo suave y poderoso que nos recorre enteres, de los pies a la cabeza. Esta experiencia puede aparecer en el encuentro sexual, así como en cualquier momento de nuestro cotidiano una vez que los bloqueos están más flexibles, y podemos estar más abiertes en nuestra relajación.
Esto que mostramos acá es un mapa, que permite a cada quién reconocer en qué lugar del territorio está. Y el viaje siempre comienza ahí. Sin ideal ni metas. En la investigación profunda, comprometida e inocente del momento en el que se está. Y es esa misma investigación la que, un día, tal vez, en el momento más inesperado, te revele que ya estás existiendo en contacto con el éxtasis de vibrar junto al instante con cada partícula de nuestro cuerpo y nuestro corazón.