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La relación tiene que ser un espacio de descanso, de refugio, o no es. Ahí está el magnetismo: en ese encuentro que nos revela desnudes, humanes. Ese encuentro donde puedo soltar mis defensas, y donde te invito a soltar las tuyas. Donde podemos acogernos en el calor de nuestros cuerpos. 

 

La intimidad es una necesidad. 

Es tan incomprensible que haya quienes buscan sexo sin afecto, vínculos sin amor.

 Aunque sí, a veces quizás incluso sea demasiada la ternura, me ponga un poco goma, y me olvide de que también está mi necesidad sexual. Sí, es cierto. Pero realmente, si tengo que elegir, elijo el amor. Todo lo otro es accesorio.

El placer solo puede venir de la mano de la ternura. Incluso el placer conmigo: no hay mayor goce que el de conmoverme. Esa es mi mayor atracción: aquello que me conmueve. Que me toca. Que me eriza.

Una canción, un poema, un beso. Que me erice cada poro de la piel. Ahí donde me puedo derretir. Donde se deshace toda cáscara. 

No me interesa estar en la superficie. Ni un poco. Quiero conocerte, quiero que me conozcas. Quiero que nos contemos nuestras historias a la luz tenue de una vela. 

Solo cuando somos refugio, puedo abrir mi corazón de verdad. Y no hay mayor placer que este corazón abriéndose a tu rostro conocido.

 

Escrito por Wem Marcos Wertheimer, consultor e investigador astrológico

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