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Del 26 de enero al 20 de febrero de 2023

Todas las experiencias que la humanidad vivió
hasta ahora relacionadas a sus modos
vinculares, a su sexualidad y a su sensualidad,
viven en nuestro cuerpo.

Toda la herencia vincular esta aca, viva en cada encuentro.

Por eso, muchísimas veces las relaciones
cuentan con una carga que no tiene nada que
ver con lo que se está vivenciando específicamente ahí, en esa relación.

De pronto alguien hace algo e inexplicablemente nos recontra enojamos, o
nos enamoramos profundamente. No tiene un sentido racional. Pero sucede.

Ahí está la carga de miles de historias
vinculares, de amor y de desamor, de
abandonos y de encuentros. Latiendo en
nuestros corazones. Pulsando en nuestros
sexos.

Durante el tránsito de Venus en Piscis, estamos
particularmente sensibles a toda esta. información. Procesando en niveles muy
profundos. Incomprensibles. Inabarcables.

Cada encuentro está plagado de fantasías.

Fantasías del vínculo ideal, tanto como fantasías catastróficas.

Las dos caras del enamoramiento.

Todo está palpitante en este tránsito. Amores y desamores.

Necesitamos estar sumamente atentxs a todas
estas construcciones, estos imaginarios, estas
proyecciones.

Porque también es real que, si los atravesamos, Venus en Piscis nos dispone encuentros sumamente preciosos.

Encuentros donde nos entretejemos, y podemos conectar con un placer más allá del cuerpo, o más acá, tan profundo.

Todo el potencial de florecimiento del encuentro está sumamente disponible.

El tema es que abrirnos al potencial de
florecimiento del encuentro es, fundamentalmente, no entender nada.

Durante Venus en Piscis, encontrarnos nos
desborda la identidad por todas partes.

Nos saca de todo lo conocido.

En la medida en que podamos reconocer las
pelis como meras proyecciones que buscan
encasillar la relación, podemos abrirnos al
profundo misterio de estar encontrándonos.

Podemos tocar entonces espacios sumamente
sagrados…

Donde la sexualidad es puente al infinito.
Donde la caricia abre de lleno el corazón.
Donde el beso es un disolvernos en un océano
compartido.

Esto claramente tiene el riesgo de potenciar las
fantasías.

Si compartimos algo tan maravilloso
y sagrado, seguro somos almas gemelas. Pero eso siguen siendo fantasías.

No hay almas gemelas. No hay vínculos ideales.

Pero sí hay espacio para que los vínculos reales, con todas sus ambivalencias y complejidades, sean puentes a niveles cada vez más profundos de apertura al amor infinito de un cosmos en misterioso despliegue.
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